Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Uppsala en Suecia reveló que los adultos que duermen de tres a cinco horas por día tienen un mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, así lo dio a conocer la institución el pasado 6 de marzo.
De acuerdo con los expertos, investigaciones previas habían demostrado que dormir poco aumenta el riesgo de diabetes tipo 2, y que los hábitos alimentarios saludables, como comer frutas y verduras con regularidad, puede reducir el riesgo. Sin embargo, esta investigación comprobó que las personas que duermen muy poco pueden aumentar el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, aún y teniendo una dieta saludable.
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Para saber esto, los expertos utilizaron los datos del Biobanco del Reino Unido, donde casi medio millón de participantes del Reino Unido fueron mapeados genéticamente y respondieron a preguntas sobre salud y estilo de vida. Al seguir a los participantes durante más de diez años, los investigadores descubrieron que una duración del sueño de entre tres y cinco horas estaba relacionada con un mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
Adicional a este hallazgo, los científicos encontraron que, si bien los hábitos alimentarios saludables conducían a un menor riesgo de desarrollar la enfermedad, esto no aplicaba para las personas que dormían menos de seis horas al día, ya que, a pesar de que comían de forma saludable seguían teniendo un mayor riesgo de padecer diabetes tipo 2.
“Nuestros resultados son los primeros en cuestionar si una dieta saludable puede compensar la falta de sueño en términos de riesgo de diabetes tipo 2. No deberían ser motivo de preocupación, sino más bien ser vistos como un recordatorio de que el sueño desempeña un papel importante en la salud”, señaló Christian Benedict, investigador principal detrás del estudio.
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No obstante, Benedict también sostuvo que los efectos de la falta de sueño varían entre individuos, dependiendo de aspectos como la genética y la necesidad real de dormir de una persona.
La diabetes tipo 2 afecta la capacidad del cuerpo para procesar el azúcar (glucosa), lo que dificulta la absorción de insulina y provoca niveles elevados de azúcar en sangre. Con el tiempo, puede causar daños graves, particularmente a los nervios y vasos sanguíneos, y por lo tanto representa un problema de salud pública en aumento a nivel mundial.