Pachucos, jainas y rumberas luchan por mantener viva su cultura, tras dos años, difíciles, de pandemia.
Jesús Alberto Romero, fundador de la Asociación Nacional de Pachucos, Jainas y Rumberas, explica que la pasión que viven va más allá del baile.
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“El Pachuco tenía muchos códigos de honor, principalmente la lealtad hacia su grupo, la lealtad a su familia y sobre todo el cuidar y proteger a su pareja, que era la jaina”.
Jesús Alberto Romero.
No hay pachuco sin jaina, asegura Mariana, bailarina recién integrada a la Asociación.
“La jaina era la pareja del pachuco; estamos hablando de los (años) 20, 30 y 40. Es una mujer que sale de casa, sale del trabajo y los fines de semana se arregla y se va a bailar”.
Mariana Rosales.
Ataviadas con tocados de plumas brillantes, las rumberas buscan, también, permanecer en la memoria colectiva.
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“La pasión para mí es bailar, me gusta vestirme de rumbera, me siento muy orgullosa de portar el traje”.
Lupita Hernández, rumbera.
Por su parte, desde hace 17 años, Marifer, instructora de baile, se dedica a inmortalizar el mambo, chachachá y danzón.
“Un chachachá es más ‘asentadito’, a pesar de que va más rápido, el mambo sí es más rápido y lleva mucho más ritmo y el danzón es muy suave”.
María Fernanda Frutos, instructora de baile.
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Ser pachuco va desde la vestimenta: el sombrero, los zapatos y elementos decorativos: “La pluma (en los sombreros) eran principalmente de faisán o avestruz; era como la protección de un animal”, destaca Jesús Alberto Romero.
“Que el saco sea un poco a la rodilla y el pantalón sea arriba del ombligo y trabuco, o sea de pliegues y ancho”.
Jesús Alberto.
A dos años de pandemia, estos personajes urbanos han retomado la pista e invitan al público a bailar.