Michika, se levanta tras el paso destructivo de Boko Haram
Michika fue liberada del yugo de Boko Haram, pero en este pueblo remoto del noreste de Nigeria los pocos habitantes que volvieron se enfrentan al reto de rehacer sus vidas en medio de un paisaje de destrucción.
"No hay más Dios que Alá", se lee en árabe, escrito en tiza o pintura, en los muros de los edificios. Toda presencia del inglés o del hausa local ha sido eliminada por los islamistas, para quienes ambas lenguas eran "pecadoras".
Angelina Linus huyó de Michika cuando Boko Haram llegó el pasado septiembre. Estuvo escondida en las montañas, antes de volver cuando el pueblo fue liberado en abril por el ejército nigeriano.
Los insurgentes se han ido, pero Michika sigue amenazada por la falta de recursos. "Necesitamos ayuda antes de las lluvias. No tenemos nada. Ni medicamentos, ni colchones", afirma Linus de 38 años.
"Dos de mis cuatro hijos están en (la capital del Estado de Adamawa) Yola. Los necesito de vuelta pero no tengo cómo alimentarlos, mejor que se queden allí".
Sólo una carretera llena de baches comunica Michika con las comunidades situadas más al sur y con Yola, a 230 kilómetros.
Un puente quedó en ruinas por el bombardeo del ejército nigeriano en un intento de frenar el avance de Boko Haram. Por ahora, los habitantes empujan sus vehículos sobre el lecho del río que pasa por debajo, pero este "se inundará cuando vuelva a llover", afirma Jacob Zambwa, un funcionario de 45 años.
"Quedarán incomunicados", añade, señalando Michika. "No podemos hacer nada. No tenemos fondos para poner un puente temporal".