Habitación a 30 metros de altura con vista de 360 grados y un estilo de vida a lo Robinson Crusoe. Los faros franceses, tras haber perdido a su guardián, reciben a enamorados del mar en busca de un albergue diferente.
A pocos metros de la ensenada de Lorient, en la turística Bretaña (oeste), se encuentra el faro de Kerbel, en desuso desde 1989. Ahora, en la parte superior, se encuentra una habitación climatizada, con baño y cocina.
Este faro, famoso porque durante casi 50 años su guardiana fue una mujer, Honorine Le Guen, es el único en Francia en el que se puede dormir donde otrora brillaba la linterna.
¿Cuánto cuesta pasar una noche en el faro de Kerbel?
“Estamos completos hasta octubre y no hay sábados libres hasta 2022”, con un pico de solicitudes por San Valentín, explica la propietaria Valérie Bergeron. El precio: 650 euros; es decir, 770 dólares, por una noche para dos.
Patrick pudo cumplir su deseo más anhelado, un regalo por sus 70 años, descubriendo desde la cama los cielos suntuosos sobre las islas de Groix y Belle-Île.
“¡He soñado con esto durante mucho tiempo y fue maravilloso! De niño, veía los reportajes sobre el faro de la Jument, el faro de la Vieille, que me fascinaban”, explica.
Estas torres siempre ejercen una profunda atracción, especialmente con mal tiempo.
“Durante la tormenta Alex, me llamaban hasta las 21:00 de la noche preguntando si estaba disponible porque querían vivir la tormenta desde lo alto del faro”, comenta Bergeron, que pagó 1.5 millones de euros; es decir, 1.78 millones de dólares, para adquirirlo en 2018 tras ver un anuncio en las redes sociales.
Más al norte, la casa de los guardianes del faro de la isla Vierge, situada a poco más de un kilómetro de la costa norte de Finisterre, puede alquilarse desde hace poco.
Para ello, se realizaron importantes obras de rehabilitación en el interior del edificio, de 1845, y de su faro.
“Hay todo lo que se necesita para pasar una noche o dos: cocina, baño, sala de estar, comedor…”, enumera Magali Casadémont, guía de los faros de la isla Vierge, a propósito de esta ecocasa, que puede acoger hasta nueve personas, por un precio a partir de 350 euros la noche.
Junto a la casa de dos plantas, el faro ofrece desde su cúpula reformada una increíble vista circular de esta costa de aguas turquesas y los numerosos arrecifes que la bordean, así como de su “hermano mayor”, un faro de 82.5 metros, el más alto de Europa.
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Una experiencia diferente
Más al este, en la bahía de Morlaix, la casa de los guardianes del faro de la isla Louët puede alojar hasta diez personas en un confort más básico.
La vivienda está situada sobre un trozo de roca junto al viejo faro que, en cambio, no es accesible, ya que sigue en funcionamiento.
“La gente puede vivir aquí como un Robinson durante una noche o un fin de semana”, apunta Jean-Baptiste Patault, miembro del ayuntamiento de Carantec, sobre el islote donde muchas gaviotas tienen su hogar.
Aunque un puñado de faros y casas de guardianes han logrado reconvertirse, no es el caso de la mayoría de los que ya no están en servicio.
“Los faros en el mar podrían tener también una segunda vida”, comenta Marc Pointud, presidente de la Sociedad Nacional para el Patrimonio de los Faros y Balizas, que trabaja para la salvaguardia de estos edificios.
“Habría muchas cosas que hacer. Basta con usar la imaginación”, asegura este ardiente defensor de estos edificios míticos, evocando sobre todo el proyecto de crear una residencia de artistas en Tévennec, en la punta occidental de Bretaña.
El islote alberga la única casa-faro construida en el mar en Francia, en una zona de fuertes corrientes salpicada de rocas, donde muchos marineros han perdido la vida.