Cada día en China, agentes en atuendos de protección integral insertan centenas de millones de hisopos desechables tras realizar test PCR para detectar el COVID-19 a gran escala. El problema es que todo ello genera una enorme cantidad de residuos médicos.
Con su estrategia “COVID Cero”, el gigante asiático es la única gran economía en querer impedir a cualquier precio las infecciones, oficialmente para evitar que los hospitales queden desbordados ante la baja tasa de vacunación de los mayores.
En el arsenal anticoronavirus hay cuarentenas obligatorias, confinamientos selectivos y tests masivos, convertidos en casi diarios en algunos lugares.
Desde Pekín a Shanghai, pasando por Shenzhen, la “Silicon Valley china” sede de numerosas empresas tecnológicas, las ciudades están ahora repletas de carpas prefabricadas que proponen tests PCR gratuitos.
Centenares de millones de personas tienen la obligación de hacer estos tests cada dos o tres días, y en algunos casos a diario.
Estos tests PCR para detectar el COVID-19, que crean una enorme masa de desechos médicos, constituyen un creciente carga económica para las colectividades locales, ya muy endeudadas, que deben dedicarles decenas de miles de millones de dólares.
“La cantidad de desechos médicos que es generada a diario es de una magnitud casi sin precedentes en la historia de la humanidad”, estima Yifei Li, experto en Medio Ambiente de la Universidad de Nueva York en Shanghai.
Multiplicado por seis
China intenta obtener la neutralidad carbono antes de 2060, un objetivo ambicioso e incierto, teniendo en cuenta la dependencia del gigante asiático respecto al carbón
La generalización de los test PCR plantea un nuevo desafío medioambiental.
Por algunas decenas de casos positivos detectados cada día en China, ha sido necesario realizar tests a centenas de millones de personas y utilizar una masa enorme de tubos, hisopos, envoltorios y combinaciones de protección.
Si no son eliminados correctamente, estos desechos médicos pueden contaminar los suelos y los ríos.
Ciudades y provincias chinas donde viven un total de 600 millones de personas anunciaron de una forma u otra unos tests generales y regulares de su población
No hay disponible ningún dato nacional, pero las autoridades de Shanghai indicaron el mes pasado que 68,500 toneladas de residuos médicos habían sido producidos durante el confinamiento de la ciudad entre mediados de marzo y principios de junio.
Ello supone una cantidad diaria seis veces superior a lo habitual.
En virtud de la regulación china, las autoridades están encargadas de seleccionar, desinfectar, transportar y almacenar estos desechos antes de eliminarlos, generalmente por incineración.
Test para detectar COVID-19 ineficaces y costosos
Algunas colectividades locales podrían no saber cómo tratar esta gran cantidad de residuos, o simplemente almacenarlas en vertederos, estima Benjamin Steuer, de la Universidad de Ciencias y Tecnologías de Hong Kong.
El ministerio de Salud indicó que había formulado “exigencias específicas respecto a la gestión de los desechos médicos” relativos al COVID-19.
El gobierno exige a las capitales provinciales y a las ciudades de al menos 10 millones de habitantes, que implementen lugares donde se efectúen tests a menos de 15 minutos de marcha de cada residente.
Pero generalizar los tests regulares y obligatorios al conjunto de China podría costar de 0.9% a 2.3% del PIB del país, estimaron el mes pasado los analistas del banco Nomura.
Para Jin Dong-yan, profesor de la escuela de Ciencias Biomédicas de la Universidad de Hong Kong, estos test PCR generalizados son “realmente ineficaces y costosos” y obligan a las colectividades locales a renunciar a otras inversiones útiles en el sector de la salud.
Las autoridades corren el riesgo además de ignorar casos positivos, ya que la variante Ómicron se propaga muy rápidamente y es más difícil de detectar, según él.
“Esto no funciona” asegura. “Es como tirar millones de dólares por la ventana”.