Amanece en Tláhuac y conforme la luz ilumina la calle resalta el campamento de migrantes provenientes de Haití en avenida Heberto Castillo.
“Son casi las 7 de la mañana y con este frío invernal de aproximadamente 10 grados centígrados, así es como lucen las tiendas de campaña, empiezan a salir algunos migrantes haitianos; le vamos a mostrar cómo es el día a día de estas personas, aquí en el oriente del Valle de México”
Juan Rivas
Reportero
Unos se asean en pleno camellón y otros como Bethiel, acomodan sus cobijas. Viste un abrigo usado, que le obsequiaron cuando se enfermó.
–Un amigo
-¿Te lo dio un amigo?
-Un mexicano…
Están ahí pese a que desde el 14 de noviembre, ya no opera el albergue ni la oficina de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, COMAR.
Algunos como Robens, tienen posibilidad de rentar un cuarto. Diario sale con dos amigos, también de Haití, a buscar un trabajo.
“(Puedo trabajar) en cualquier cosa. Hacer cualquier cosa, construcciones y mercados, trabajo de hombre”
Robens Toussaint
Migrante haitiano
Ya usa el transporte local, paga 10 a 15 pesos por traslados en moto taxi para llegar a una zona de comercios, ahi hace un esfuerzo para hablar español, pues su lengua natal es francés.
Le han dicho que podría encontrar empleo en el mercado. Así que se dirige a donde le sugirieron.
Después de recorrer los pasillos, se acerca a un vendedor de pescado, que le da una esperanza.
“Aunque sea un ratito trabajo en la tarde. Namás aunque sea para sacar para la papa“.
Después lo intenta en una pastelería, sin éxito.
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Al medio día repentinamente decide parar su búsqueda.
“Ellos no encontraron trabajo, pero en contraste localizamos a un grupo de mujeres haitianas que están cocinando, están preparando comida típica de su región para vender entre los habitantes de su comunidad”
Juan Rivas
Reportero
Eunide es una de ellas, le pone naranja y condimentos al buyon, un caldo haitiano.
“Es una sopita, solamente con carne de vaca, carne de cerdo y el pollo, todo eso con la plátano”
Eunide Pierre
Migrante haitiana
Cocina afuera de la recaudería de Martha, quien hace algo más que venderle los ingredientes.
“Sacamos otras parrillas que teníamos, un bracero y le digo pues sí, te los prestamos”
Martha Cruz
Habitante de Tláhuac
Son 3 horas de preparación… En las banquetas de Tláhuac, que se han convertido en un pequeño Haití.
Entrada la tarde, Eunide aborda el transporte local y llega al campamento a vender, cada plato cuesta 60 pesos, aunque esta vez, no todos compraron
“Finalmente la noche cayó aquí en Tláhuac, Eunide sigue vendiendo no se ha terminado ese buyon que preparó, le quedan 10 o 15 platos para irse a casa. Eunide tiene la suerte de contar con un espacio para dormir, ella está por retirarse. Sin embargo la mayoría de los haitianos que permanecen en este lugar, volverán a pasar la noche en tiendas de campaña en plena vía pública”
Juan Rivas
Reportero