El océano Atlántico contiene entre 12 y 21 millones de toneladas de microplástico, lo equivalente a poco más de cinco veces el Palacio del Parlamento rumano, catalogado como uno de los edificios más pesados del mundo.
Los microplásticos se acumulan en lugares remotos como los océanos por lo que científicos del Centro Nacional de Oceanografía de Southampton (Reino Unido) han medido los tres tipos de plástico más abundantes en la parte superior del océano.
La investigación, publicada en la revista Nature Communications, indica que la cantidad de este material contaminante es mucho mayor de lo que se ha calculado hasta ahora.
“Según estudios previos, en los últimos 65 años se han vertido en el océano Atlántico entre 14 y 47 millones de toneladas de basura plástica a granel (de todo tipo). Nosotros detectamos entre 12 y 21 millones de toneladas de solo tres tipos de plástico en un rango de agua del 5 % de la superficie del Atlántico (los primeros 200 metros; la profundidad media del Atlántico es de unos 3,7 km)”, explicó a SINC, Katsiaryna Pabortsava, que lidera el estudio.
Para el trabajo de campo, los expertos midieron la contaminación plástica en muestras recogidas en 12 lugares a lo largo de 10 mil kilómetros, de norte a sur del océano Atlántico. Después, evaluaron la abundancia de polietileno, polipropileno y poliestireno, que juntos representan más de la mitad de los desechos plásticos mundiales.
Según las tendencias de desechos plásticos existentes de 1950 a 2015, el océano Atlántico ha recibido una fracción de desechos plásticos globales constante durante 65 años. Los autores del trabajo estiman que los plásticos en las aguas y sedimentos del Atlántico son de 17 a 47 millones de toneladas.
“Debido a que están presentes en estas altas concentraciones en una capa muy sensible del océano, es muy crítico establecer si causan daños fundamentales al ecosistema marino y al clima actual o si es probable que ocurra en el futuro”, enfatizó Pabortsava.
También dijo que la contaminación por microplásticos es un tema de gran preocupación social y ambiental porque tiene el potencial de causar daños a la salud de los océanos y, en última instancia, a la salud humana.