Perrita desafía COVID-19; viaja miles de kilómetros para reencontrarse con su familia

Tras días de haber estado en Melbourne, Pipsqueak llegó a Sydney el 11 de agosto, cinco meses después de haber visto a sus dueños por última vez. | Foto: AFP – Archivo, imagen solo para ilustrar

Pipsqueak es el nombre de una perrita “salchicha” que viajó miles de kilómetros para reencontrarse con su familia tras la pandemia del nuevo coronavirus COVID-19.

La perrita salchicha desafío los obstáculos y toda posibilidad para recorrer más de 160 mil kilómetros y así poder regresar con su familia.

Esta es la historia de Pipsqueak

La historia de Pipsqueak comenzó cuando la familia Eilbeck encontró a la perrita en Sicilia, Italia en 2018.

Los australianos Zoe y Guy Eilbeck se encontraban a mitad de su viaje en velero por el mundo junto a sus hijos Cam de 13 años y Max de 8.

Pipsqueak se adaptó pronto a la vida de navegación y a pasar tiempo con su familia.

La perrita llegó a visitar 17 países en total mientras cruzaba el Océano Atlántico.

El destino de la perrita cambiaría en marzo de 2020

Pero todo cambió en marzo cuando la familia se encontraba en Florida y se anunció que las fronteras cerrarían por el brote del nuevo coronavirus COVID-19. Entonces, los Eilbeck navegaron hacia Carolina del Sur, en donde abandonaron su bote y tuvieron menos de 48 horas para empacar sus cosas y dirigirse a Australia.

En ese momento la familia estaría a salvo, pero debido a las estrictas reglas de importación de mascotas de Australia y el papeleo que esto significaba, Pipsqueak no podría viajar con todos.

Desde el principio, la familia sabía el largo proceso, pero no contaban con que una pandemia los sacaría tan abruptamente de su viaje.

La canina vivió en una graja de bisontes

El 27 de marzo la familia manejó por más de ocho horas hacia Carolina del Norte en donde dejaron a Pipsqueak con la amiga de Zoe, Lynn Williams y después volaron a Sydney.

“Pip pasó de vivir en un velero a vivir en una granja de bisontes. Eso es algo que realmente me hace mucha gracia”, comentó Zoe.

Sin embargo, este hospedaje no pudo ser por mucho tiempo, ya que Williams tenía dos perros en su granja y no se pudo quedar con Pipsqueak por mucho tiempo. Así que ella le pidió a alguien más que la cuidara.

La familia se comunicaba con ella a través de viodeollamadas

El cariño de la familia Eilbeck se reflejaba en el esfuerzo que hacían para tratar de llevar a la perrita a casa. Zoe, se levantaba a las 4:00 horas entre semana para solucionar el papeleo que se necesitaba para importar un perro de Estados Unidos a Australia.

Pero esto no significó que hubieran desatendido a Pipsqueak, ya que se comunicaban con ella a través de videollamadas y fotografías.

El nuevo cuidador de Pipsqueak le tomaba fotos todo el tiempo.

“Le tomé fotos todo el tiempo y las publicaba en redes sociales y fue así como Pip comenzó a tener su propio club de fans”.

Cuidador.

En tanto y debido a la pandemia de COVID-19, la familia no podría viajar a Estados Unidos y las restricciones de viaje para Pipsqueak no podían resolverse de manera tan sencilla.

“Para exportar un perro de Estados Unidos, es necesario obtener una declaración de Estados Unidos que indique que el perro está en buen estado de salud y se ha sometido a análisis de sangre específicos relacionados con la rabia. Esto se estaba haciendo en Nueva York, que ahora estaba cerrada. Así que tratar de hacer algo así fue extremadamente difícil”

Narró la familia de la perrita.

Después de lograr obtener el permiso, Qantas, la aerolínea australiana anunció que ya no transportaría a perros para el país. Zoe entonces hizo llamada tras llamada hasta que descubrió que había otra opción: que la “salchicha” llegara a través de Nueva Zelanda. La compañía de transportes Jetpets tenía un vuelo de Los Ángeles a Auckland.

Pero para este punto la familia que se encargaba de la perrita en Estados Unidos tuvo que viajar, por lo que dejaron a Pipsqueak en manos de Stacey Green.

“Cuando Stacey consiguió a la perrita, en realidad se enamoró de ella, hubo un punto en el que pensé que no la iba a recuperar”, bromeó.

Stacey Green.

A pesar de la movilización, ella seguía en Carolina del Norte, lo que implicaba tener que volar de ahí a Los Ángeles, pero los vuelos fueron cancelados constantemente. Y no solo eso, pues el cargo en los aviones se comenzó a restringir para los animales, ya que no pueden volar en el hemisferio norte de mayo a septiembre por el calor.

Una nueva alma caritativa entra en la vida de la perrita

Ahí llegó otra alma caritativa: Melissa Young. Ella trabaja con la Fundación Sparky y se ofreció como voluntaria para volar a través de Estados Unidos con Pipsqueak. Al asegurarse de que la canina se sintiera cómoda con ella, Young voló de Greensboro a Charlotte, Carolina del Norte, y luego de Charlotte a Los Ángeles con la perrita debajo de su asiento.

Pipsqueak llega a Australia

Young entregó a Pipsqueak a Jetpets, quienes arreglaron el papeleo para enviarla a Auckland a donde aterrizó el 23 de julio. Después, entró en cuarentena por una noche antes de viajar a Melbourne, en donde tuvo que pasar 10 días de cuarentena obligatorios por el COVID-19.

El 3 de agosto el vuelo programado para Sydney se canceló. Afortunadamente Rob, hermano de Zoe, vivía en la ciudad australiana, por lo que pudo cuidar a la pequeña Pipsqueak. Hubo cuatro intentos para transportarla, pero todos estuvieron cancelados.

Tras días de haber estado en Melbourne, Pipsqueak llegó a Sydney el 11 de agosto, cinco meses después de haber visto a sus dueños por última vez.

“Cuando escuchó nuestras voces, vino corriendo a nuestros brazos. Fue absolutamente increíble tenerla de vuelta después de todo ese tiempo”.

Finalizó la familia.

Qué opinas