Uno de los grandes atractivos de Viena lo constituyen los puestos de venta de salchichas, al igual que sus cafés y la Ópera; sin embargo, los también conocidos como “Würstelstand”, enfrentan el riesgo de desaparecer. Por esta razón la capital austríaca ha decidido solicitar la protección de la Unesco para preservar esta tradición cultural.
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¿Por qué los puestos de salchichas están en riesgo?
Actualmente, hay alrededor de 180 puestos de salchichas en Viena. No obstante, en la última década, más de un centenar se han reconvertido para vender pizzas, kebabs, hamburguesas y platos asiáticos, según informa la Cámara de Comercio local. Esta tendencia ha generado preocupación entre los propietarios de los puestos tradicionales, quienes ven amenazada una parte crucial de la identidad gastronómica y social de la ciudad.
Con el respaldo del alcalde de Viena, Michael Ludwig, Patrick Tondl, uno de los fundadores de la asociación, que presentó la candidatura a la lista de patrimonio cultural inmaterial de la Unesco, con la esperanza de tener éxito. “Cruzamos los dedos para lograrlo”, comenta Tondl. Su puesto de salchichas, el más antiguo de la ciudad, en funcionamiento desde 1928, sigue ofreciendo salchichas servidas en una pequeña bandeja de cartón. Acompañadas de una rodaja de pan, mostaza y un poco de rábano, tanto de día como de noche.
Un espacio de encuentro y diálogo en Viena
Tondl, a sus 36 años, representa la cuarta generación familiar dedicada a este negocio. Para él, los “Würstelstand” son más que simples puestos de comida; se trata de lugares de encuentro y diálogo.
“En el puesto de salchichas, todo el mundo es igual. No importa que seas un banquero que gana cientos de miles de euros, o si tienes que arañar los últimos euros para comprar una salchicha. Vienes y puedes hablar con todo el mundo”, explica Tondl.
Destaca, además, que en estos puestos se puede comer y beber por menos de 10 euros, lo cual es significativo en un contexto económico cada vez más difícil.
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El dato
La tradición de los puestos ambulantes se remonta a la época imperial, antes de la Primera Guerra Mundial. Cuando se desplazaban según la demanda, atendiendo a la clientela a la salida de fábricas o escuelas. Desde 1969, los kioscos fijos están autorizados en Viena, evolucionando para adaptarse a los tiempos modernos.
Atracción gastronómica y de turistas
Los puestos de salchichas no sólo son populares entre los locales, sino también entre los turistas. Sam Bowden, un turista australiano de 28 años, califica su salchicha vienesa como “probablemente una de las mejores” que ha comido en su vida. Este entusiasmo refuerza la imagen de los “Würstelstand” como una estampa típica que la candidatura a la Unesco busca consolidar.
Sebastian Hackenschmidt, autor de un libro fotográfico sobre los puestos de salchichas de Viena, destaca la función social de estos lugares. Los cuales mantienen una clientela fiel y resisten a la moda de la comida para llevar. Aunque también señala que la idea de inclusividad puede ser algo mitológica, en una ciudad donde el 40% de la población ha nacido en el extranjero.
En conclusión, la protección de la Unesco podría ser crucial para preservar los “Würstelstand” vieneses. Al garantizar la continuidad de una tradición que no sólo alimenta, sino que también conecta a las personas de todas las esferas sociales en un espacio común y accesible.