El decir groserías o palabras altisonantes es una acción que muchos pueden asociar con algo relajante en determinado momento, especialista de la UNAM, responde ante la incógnita de esta supuesta acción liberadora que siente quien las dice.
Gerardo Sánchez Dinorín, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM, en una entrevista para UNAM Global Revista, indicó que existen varias manifestaciones del enojo, la frustración o la ira, como ocurre con algunos animales, por ejemplo, con los gatos que arquean su espalda, erizan su pelo y sisean.
En cuanto a los seres humanos, también existen conductas que muestran su preparación para el ataque en una situación de amenaza, muchos también llegan a utilizar las groserías durante un momento así, algo que normalmente no ayuda y resulta poco efectivo para manejar el momento.
Sin embargo, se señala que al suprimir las groserías tampoco ocurre nada de momento.
- “En realidad nosotros tenemos sistemas que nos prepararan para inhibir algunos comportamientos que pudieran ser adversos o que resultaran desfavorables”. Gerardo Sánchez Dinorín, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM
Incluso hay ocasiones en las que las personas se enganchan con las groserías y esta acción no es favorable durante la resolución de una problemática.
Como ejemplo, nos menciona que, el hecho de maldecir al tener un accidente, para muchos, no significa nada, pero si es dirigido a su propia persona o a alguien más puede llegar a favorecer a que se potencien las respuestas emocionales, lo que significaría acrecentar los problemas.
Decir groserías, explicación a partir del cerebro
En el artículo creado por Michel Olguín, nos explican desde el cerebro qué es lo que ocurre al decir las groserías.
Todo viene desde dos partes del cerebro: una donde se encuentra el sistema límbico, la amígdala y los núcleos de la base, y otra donde se encuentra la corteza, la parte externa del cerebro.
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Dos sistemas que funcionan en conjunto pero que se encargan de manejar cosas diferentes.
Por un lado, el sistema límbico regula las emociones y la motivación, mientras que la corteza es la que planea y razona.
Asimismo, nos hablan de la denotación de las palabras, que nos habla del significado literal de las mismas, y la connotación que tiene que ver con la coloratura emocional.
- “No es descabellado suponer que la denotación de las palabras se concentre en la corteza, particularmente en el hemisferio izquierdo, mientras que la connotación se distribuya a través de las conexiones de la neo-corteza y el sistema límbico, especialmente en el hemisferio derecho”. Gerardo Sánchez Dinorín, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM.
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Hablando de las emociones, se resalta la importancia de la amígdala que hace los recuerdos vengan acompañados de emociones, sobre todo los que no nos agradan.
Se resalta que la amígdala incrementa su actividad metabólica al ver a alguien enojado o escuchar groserías o palabras altisonantes en su contra.
Y como se comparó en un principio con otros animales, la expulsión de groserías viene acompañada de una respuesta del sistema nervioso simpático, que prepara al cuerpo para huir de las amenazas o luchar de ser necesario.
- “Cuando maldecimos en voz alta o escuchamos a otros maldecir, se activan las partes más antiguas de nuestro cerebro (sistema límbico, la amígdala y los núcleos de la base), que responden ante estímulos relevantes emocionales”. Gerardo Sánchez Dinorín, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM.
Concluye que el decir groserías no atenúa el estrés, de manera contraría podría hacer que se activen los mecanismos que preparan el cuerpo para huir o para luchar.
Si a todo esto se le agrega que en la sociedad no es bien visto el utilizar palabras altisonantes o groserías, lo mejor es tratar de evitarlas.
Sánchez Dinorín recuerda que hay estímulos que indican cuando se pueden usar estas palabras y cuando, pero siempre será importante tomar en cuenta el efecto que pueden tener.