Cada vez que el presidente chino, Xi Jinping, pronuncia un discurso de Año Nuevo, las estanterías de su despacho en el recinto de Zhongnanhai son escrutadas por curiosos de todo el país y del mundo.
A medida que la cámara se desplaza, los atentos espectadores pueden descubrir que en las colecciones de libros de Xi hay algunas obras maestras francesas, como “El espíritu de las leyes”, “Los miserables”, “Rojo y negro” y “La comedia humana.” “De joven me interesé mucho por la cultura francesa y, en particular, por la historia, la filosofía, la literatura y el arte franceses”, recuerda Xi.
Xi es un ávido lector. Sus extensas lecturas han contribuido a conformar su perspectiva global. Tras tomar el timón de China, ha hecho de la interacción cultural una marca de su diplomacia, lo que potencia un mejor entendimiento entre China y el resto del mundo.
Este año, en el que China y Francia celebran 60 años de relaciones diplomáticas, el presidente chino realiza su tercera visita de Estado al país europeo. Todos los ojos están puestos en él, para ver cómo este entusiasta de la cultura francesa acercará aún más a las dos grandes civilizaciones de Oriente y Occidente.
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De Stendhal a Hugo
Durante su adolescencia, a finales de la década de 1960, Xi fue enviado a Liangjiahe, un pueblo pobre situado en la meseta china de Loess, como “joven educado” para “aprender de los campesinos”.
En medio de las penurias de la vida en el campo, la lectura se convirtió en el consuelo espiritual de Xi. Leía todos los clásicos literarios que encontraba en la aldea, y entre ellos estaba Rojo y negro.
“Rojo y negro, de Stendhal, es una obra muy influyente”, recordaba Xi con cariño años después. “Pero cuando se trata de retratar los entresijos del mundo, las obras de Balzac y Maupassant son las mejores, por ejemplo, La comedia humana, de Balzac”.
Los grandes clásicos franceses han dejado una impresión tan profunda en el ávido lector que es el presidente chino que a menudo los cita en sus discursos, en particular a Victor Hugo. En su intervención en la histórica conferencia sobre el cambio climático celebrada en París en 2015, llamando a un acuerdo, Xi citó una perspicaz frase de Los miserables: “Los recursos supremos surgen de resoluciones extremas”.
Xi también siente afecto por las obras de arte francesas. Le gustan los compositores franceses Bizet y Debussy. Ha visitado varios lugares culturales, desde el majestuoso Arco del Triunfo hasta los opulentos salones del Palacio de Versalles. En el fondo de su corazón, las colecciones intemporales del Museo del Louvre y el venerado santuario de la catedral de Notre Dame son tesoros imperecederos de la civilización humana.
De hecho, Xi no es el primer dirigente chino aficionado a la cultura francesa. Durante lo que se conoce como el Movimiento del Trabajo Diligente-Estudio Frugal, en la década de 1920, los líderes chinos Zhou Enlai y Deng Xiaoping viajaron a Francia para realizar estancias educativas en busca de una salida para China, un país entonces desgarrado por la guerra, la pobreza y las invasiones.
En aquella época, muchos jóvenes patriotas chinos se inspiraron en los escritos sobre la Revolución Francesa, que es también el telón de fondo de Los miserables de Hugo, una de las obras maestras francesas más citadas por Xi. Como Xi recordó una vez, uno de los episodios que le conmovieron profundamente es cuando el obispo Myriel ayuda a Jean Valjean y le anima a ser un hombre mejor.
“Las grandes obras poseen un gran poder para conmover a los lectores”, afirmó.
“Zhiyin” o amigos íntimos
El aprecio de Xi por la cultura francesa explica por qué los intercambios culturales han cobrado cada vez más protagonismo en sus interacciones con los líderes franceses y en los intercambios bilaterales entre ambos países.
En 2019, en la ciudad francesa de Niza, el presidente francés, Emmanuel Macron, recibió a Xi en Villa Kerylos, una casa centenaria con vistas al Mediterráneo y considerada un microcosmos que refleja la civilización europea. Allí Macron obsequió a Xi con un libro antiguo: un precioso ejemplar de la versión original francesa de Introducción a las Analectas de Confucio.
Con cubierta de becerro jaspeado de color pardo, lomo con viñetas doradas y bordes rojizos, esta obra confuciana se publicó en 1688, durante el Siglo de las Luces. En una de las primeras hojas del libro, una línea de escritura rizada en francés antiguo reza: “A los lectores: el libro sirve de clave o introducción a la lectura de Confucio”.
Las primeras traducciones de las enseñanzas de Confucio inspiraron a los pensadores franceses Montesquieu y Voltaire, dijo Macron a Xi, que sostenía suavemente el libro con la tapa abierta. “Es un regalo precioso”, dijo Xi. Más tarde, se convirtió en una preciada pieza de la Biblioteca Nacional de China.
Durante el siglo XVII, Europa fue testigo de la aparición de una tendencia conocida como Chinería, que se extendió por todo el continente en el siglo XVIII, impulsada por el aumento del comercio con China. Al mismo tiempo, los sinólogos franceses exploraron el estudio del confucianismo, la base filosófica de la cultura tradicional china, y difundieron sus ideas por toda Europa.
Los observadores han tomado nota de estos intercambios interculturales. Gu Hongming, un conocido erudito chino moderno, escribió: Sólo los franceses parecen comprender mejor al pueblo chino y a la civilización china, ya que tienen en grado preeminente una cualidad mental que, por encima de todas las cosas, es necesaria para comprender al verdadero pueblo chino y la civilización china.
Para Xi, China y Francia pueden ser “zhiyin”, o amigos íntimos, que pueden entenderse profundamente debido a su abundante riqueza cultural.
Durante la estancia de Macron en Guangzhou, una metrópoli del sur de China, en abril del año pasado, los dos jefes de Estado charlaron tomando té en el Jardín de los Pinos de la residencia del gobernador provincial de Guangdong, donde residió el padre de Xi, Xi Zhongxun, cuando ocupó el cargo en los años ochenta del siglo pasado, al inicio de la reforma y apertura de China.
Mientras los dos líderes paseaban por el jardín, los encantadores acordes del qin, un antiguo instrumento chino, llenaban el aire, tejiendo una melodía cautivadora. Intrigado, Macron preguntó por el nombre de la pieza. Se trataba de La alta montaña y el agua que corre, respondió Xi, que a continuación contó la conocida historia que hay detrás de la composición, la historia de Yu Boya y Zhong Ziqi.
Según la antigua leyenda china, Yu era un consumado músico que tocaba el qin, mientras que Zhong, su devoto oyente, poseía la rara habilidad de captar las emociones que transmitía la música de Yu. Cuando Zhong murió, Yu, desconsolado, destrozó su instrumento y juró no volver a tocar nunca más, ya que había perdido a su “zhiyin”, que en chino significa un amigo muy cercano que entiende la música del otro.
“Solo los zhiyin pueden entender esta música”, dijo Xi a Macron.
Dos independientes
“Hay una perspectiva más amplia que el mar, y es el cielo; hay una perspectiva más amplia que el cielo, y es el alma humana”, citó Xi a Hugo en su histórico discurso ante la UNESCO, en París, en 2014.
“De hecho, necesitamos una mente más amplia que el cielo al acercarnos a las distintas civilizaciones”, añadió el presidente chino, firme defensor de la coexistencia armoniosa de las civilizaciones en una era de profundos cambios en el panorama internacional.
Dado que París es la ciudad anfitriona de la UNESCO y que Xi considera a Francia como uno de los principales representantes de la civilización occidental, no es de extrañar que el líder chino eligiera la capital francesa como escenario para exponer por primera vez su visión de la civilización en la escena mundial.
“Recuerdo vivamente sus palabras cuando dijo que hoy (donde) vivimos, representamos culturas, religiones, etnias diferentes, pero formamos parte de una comunidad de futuro compartido”, declaró la entonces directora general de la UNESCO, Irina Bokova. “Diez años después, ninguna de las palabras pronunciadas por el presidente Xi ha envejecido. Son aún más relevantes por los problemas a los que nos enfrentamos hoy en día”.
Retrocedamos 60 años, hasta 1964. El 27 de enero, China y Francia hicieron historia al establecer formalmente relaciones diplomáticas, lo que rompió el gélido aislamiento de la Guerra Fría y catalizó la transformación de la situación global hacia un orden mundial multipolar. En un editorial publicado al día siguiente, el diario francés Le Monde calificó este momento histórico como “el encuentro de dos independientes”.
En palabras de Xi, el presidente Mao Zedong y el general Charles de Gaulle, con extraordinaria sabiduría y valentía, abrieron la puerta a los intercambios y a la cooperación entre China y Occidente, “aportando esperanza al mundo en medio de la Guerra Fría”.
“Tanto China como Francia son civilizaciones independientes, pero afines”, declaró Cui Hongjian, director del Centro de Estudios sobre la Unión Europea y el Desarrollo Regional de la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing.
“Basándose en sus ricas culturas e historias, los dos países comparten una profunda visión de las tendencias mundiales”, afirmó Cui. “No quieren dominar a los demás y, a su vez, no quieren ser dominados”.
Laurent Fabius, presidente del Consejo Constitucional y expremier francés, afirmó que tanto Francia como China están comprometidas con el multilateralismo y la paz.
“En este peligroso mundo nuestro, debe haber potencias de paz y desarrollo sostenible”, dijo Fabius, “y esto debe ser obviamente, más allá de nuestras diferencias, una misión principal de China y Francia”.
(Contribuyeron también a esta información los corresponsales de Xinhua Deng Yushan, Liu Chang, Liu Youmin, Zhang Dailei, en Beijing, y Tang Ji, Xu Yongchun, Zhang Baihui, en París)