Han pasado ya siete años desde que Daniel quedó ciego y, en esta ocasión, decidió ponerse los guantes para una clase especial, de aniversario, de box.
“Hace siete años entré en este mundo de la discapacidad y tuve dos opciones: quedarme en mi casa cruzado de manos, atenido a que me acercaran todo, o salir adelante, tomar el toro por los cuernos”.
Daniel Ibáñez, persona invidente.
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En la Utopía Tezontli, en Iztapalapa, un centenar de personas se sumaron a esta jornada de clases de box en la que conocieron un mundo a ciegas.
“Ahorita sí se me dificulta bastante, la verdad es que ahora entiendo a mi compañero (Daniel); para esto era la clase, para ser empáticos con él”.
Karla Cruz Ramírez, deportista.
“Está complicado porque, a lo mejor, si no te sabes bien la coreografía ves a los demás y en este caso no los puedes ver”, expresó Leslie, quien es estudiante y acudió a la práctica.
“Es algo nuevo para mí, o sea, estoy acostumbrada a ver y ahora que hicimos los ejercicios sin ver sí se me dificulta mucho”.
Dánae, estudiante.
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En la jornada de box a ciegas participaron niños, como Santiago, de nueve años, quien expresó que al no ver, “te confundes con varios movimientos, pero al final te vas acostumbrando”.
- En México hay dos millones 237 mil personas con deficiencia visual y más de 415 mil 800 personas con ceguera. La clase fue para empatizar con ellos.
Cuando quedó ciego, Daniel practicaba box para ser profesional. Hoy ha aprendido otro oficio, pero eso no le impide que se vuelva a poner los guantes.
“Yo sé lo que se siente haber visto y de la noche a la mañana que se apague la luz, entrecomillas. Recuerden que la luz la llevamos adentro”.
Daniel Ibáñez, persona invidente.