Línea 2 del Cablebús deja patios y azoteas al desnudo, desde las alturas se ve a personas que tienden ropa.
El paso del Cablebús sobre Iztapalapa es constante un ir y venir que ha terminado con la privacidad de los colonos.
“A muchos todavía no les cae el 20, pero sí podemos ver muchas cosas, como personas bañándose, o como una discusión, una pelea”
María del Carmen Vargas, habitante de Iztapalapa
Algunas azoteas fueron retocadas, se llenaron de colores que las hace destacar entre la mancha urbana.
Pero otras mantienen el desorden, lo que no sirve y va junto a tinacos y lavaderos.
Los perros que los primeros días no hacían más que ladrar, ya enmudecieron y sus dueños ya no cuidan cómo se ven desde el aire.
“Ahorita pues la gente que luego de repente sale desnuda. Sale a colgar sus calzones o así su ropa”
Erick Velázquez, usuario de Cablebús
Metros abajo a nivel del techo, muy cerca de la estación Quetzalcóatl, Elvia admite que no ha sido fácil aguantar a los mirones.
“No se siente uno como que muy a gusto, nada más está uno lavando cualquier cosa y ya siente que todo el mundo lo ve”.
Elvia Nava, habitante de Iztapalapa
En la azotea de la casa de José Antonio parece que las góndolas del Cablebús pasan entre la ropa limpia, algo que también le incomoda.
“Nos sentimos un poco mal porque nos ven aquí tendiendo ropa y eso, pero yo creo poco a poco nos vamos a ir acostumbrando”.
José Antonio Hidalgo, habitante de Iztapalapa
Y es que en algunos puntos las góndolas pasan muy cerca de las marquesinas, a una distancia no mayor a los 3 metros.
A pesar de las miradas, dicen que en el oriente de la Ciudad de México, el Cablebús cambió la vida.
“Pues yo creo que eso es lo de menos, el beneficio es para la colonia completa”.
Francisca Hernández, habitante de Iztapalapa