Martha Anaya recuerda lo sucedido el 6 de julio de 1988. La noche de ese día en que “cayó el sistema”, noche en que el sistema electoral mexicano perdió los resultados de la elección presidencial, hubo confusión, nadie sabía que ocurría, y una de las escenas que se quedaron grabadas en la memoria fue cuando acudieron los tres candidatos presidenciales a la Secretaría de Gobernación, donde se supone se contaban los votos.
La periodista rememora la presencia de tres “figuras fantasmales” esa noche en el Palacio de Cobián, también conocidos como los tres “fantásticos”: Manuel J. Clouthier, candidato del PAN; Cuauhtémoc Cárdenas, candidato de la entonces corriente democrática, después PRD; y Rosario Ibarra de Piedra, candidata del Partido del Trabajo.
“Los tres candidatos presidenciales de la oposición llegaron hasta las oficinas de la Secretaría de Gobernación para reclamarle a Manuel Bartlett, entonces secretario ahí en el Palacio de Cobián, que diera los resultados, que no se ocultara; exigían que salieran las cifras de aquel 6 de julio de 1988″.
Martha Anaya
Anaya dice que fue una escena que no solía ocurrir cuando el PRI era el partido hegemónico y se suponía ganaba todas las elecciones presidenciales, y no podía ser menos para su candidato de esa ocasión, Carlos Salinas de Gortari, pero ahí estaban los tres “fantásticos” en plena Secretaría de Gobernación, subiendo los peldaños hasta las oficinas de Bartlett para reclamarle los resultados.
“Viene al caso esta imagen porque Rosario Ibarra de Piedra fue una gran luchadora hasta el último día de su vida”.
Martha Anaya
La periodista menciona que no se puede decir lo mismo de su hija al frente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, ya que acaba de sacar una recomendación en contra del Instituto Nacional Electoral, a esa institución que después de esa “caída del sistema” en 1988 logró formarse e irse construyendo para tener elecciones limpias y ahora resulta que la hija, Rosario Piedra, dice que se han dedicado a “sabotear la voluntad del pueblo”.
“De verdad qué impudicia y qué tristeza”.
Martha Anaya