Luego de que el presidente Andrés Manuel López Obrador hiciera un destape sobre los posibles nombres de servidores públicos que pudieran participar por la candidatura presidencial de 2024, algunos de los aludidos reaccionaron al respecto.
El coordinador de Morena en San Lázaro, Ignacio Mier Velasco, y la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, se descartaron como presidenciables.
Marcelo Ebrard, sí se destapó y reconoció que una vez que los tiempos se hayan cumplido, estará de acuerdo en participar con base a las reglas que en su momento se den.
Por su parte, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, aplaudió el hecho de que Marcelo Ebrard u otros funcionarios del gabinete federal estén interesados en participar por la candidatura presidencial de 2024.
Pero todas estas declaraciones, opina nuestra analista son un distractor de los grandes problemas nacionales.
Me parece muy lamentable que tengamos que estar hablando y distrayéndonos en esto cuando el país en buena medida se está cayendo a pedazos. Y si me lo preguntas, pues el único beneficio que tiene es para López Obrador, no para el país, para los candidatos.
María Amparo Casar refiere que todo esto es una práctica antidemocrática, una práctica propia del PRI hegemónico y de eso que se llamó el zapatismo en México.
Morena, tache, un elemento negativo de que se estén discutiendo estos posibles sucesores cuando todavía no concluye ni siquiera el tercer año.
Apenas el 5 de julio, el presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que en su Gobierno y fuera de él “no hay tapados para ser candidatos del Movimiento Regeneración Nacional (Morena)por la Presidencia de la República de 2024”.
El Ejecutivo federal aclaró que “será el pueblo quien decidirá a su relevo y reiteró que se mantendrá como presidente hasta septiembre de 2024, en caso de ganar la revocación de mandato en marzo de 2022”.