Alberto Barranco señala que el hallazgo de los dos cuerpos de los sacerdotes jesuitas y el guía de turistas asesinados en el poblado de Cerocahui, en la sierra Tarahumara, atenúo el dolor de la comunidad agraviada, pero la indignación permanece intacta.
Barranco recuerda la trayectoria de los sacerdotes, quienes eran misioneros que habían realizado desde hace varias décadas una labor ejemplar dentro de la comunidad de los rarámuris o tarahumaras, que habían aprendido no solo el idioma sino también las costumbres, los usos de esta comunidad, por lo cual se habían vuelto imprescindibles al interior de ella.
“Estamos hablando de dos personas que en atención a su ministerio católico de pronto ven al interior de un templo que está un hombre pidiendo auxilio, ellos van ayudarlo, y en ese momento son asesinados”.
Alberto Barranco
El analista menciona que este crimen se vuelve más terrible por haberse dado en el interior del templo de Francisco Javier dedicado por décadas a la causa de las misiones, esta iglesia es arquetipo de cuatro siglos de presencia misional de la orden de San Ignacio de Loyola en México.
“Lamentablemente es crimen proditorio ocurre después de haberse realizado el capítulo provincial de la comunidad en México. Habían acudido sacerdotes de varias partes de América Latina, quienes después decidieron acudir a las misiones que tienen los jesuitas en México; fueron a Nayarit, Guadalajara y estaban en Chihuahua en el momento en que se realizó el crimen”.
Alberto Barranco
Barranco dice que el provincial de la comunidad, que tiene que ver con América Latina, estaba en este lugar, en Cerocahui, en el momento en que se da el asesinato.
“La indignación ha sido llevada al eco del Papa Francisco y también del general de la comunidad de los jesuitas Arturo Sosa. Una indignación que nos avergüenza a todos los católicos”.
Alberto Barranco