Es un hecho que de diferentes formas lo que producimos los humanos para comer, divertirnos o alumbrarnos contamina y precisamente esa polución, según estudios, es causa de varias enfermedades entre las personas, una de ella es el cáncer.
Ahora, un estudio reciente señala que también esa contaminación humana afecta a la vida silvestre, provocando cáncer en algunas especies, según un estudio publicado en la revista Nature Ecology & Evolution este mes.
Y aunque son pocas son pocas las investigaciones sobre cómo estos factores afectan las tasas de cáncer en los animales, a esa conclusión llegaron estudiosos del Centro de Investigaciones Oncológicas, Ecológicas y Evolutivas (Creec) de Francia.
Los residuos plásticos, la luz artificial de las ciudades y la comida humana parecen aumentar el riesgo de que los animales silvestres desarrollen tumores. Por lo que las actividades humanas pueden aumentar la tasa de cáncer en poblaciones silvestres a través de la contaminación lumínica, la alimentación accidental (como desechos humanos) o la reducción de la población de una especie y su diversidad genética.
Los investigadores se basaron en la relación entre contaminantes y el desarrollo de tumores, probada en animales de laboratorio, y reunieron 105 estudios para demostrar su hipótesis.
En 2002, un estudio sobre belugas del estuario de Saint Lawrence, en Canadá, que viven en un hábitat contaminado por su cercanía con fábricas de aluminio, encontró que 27% de esos cetáceos sufría de cáncer intestinal. Algo significativamente preocupante teniendo en cuenta que esa especie está gravemente amenazada por la caza furtiva.
Otro estudio de 2015 relacionó el desarrollo de tumores en leones marinos de California con la exposición al cloro. También causó mutaciones, daño irreparable al ADN, efectos tóxicos e interferencias con el metabolismo.
Los microplásticos también son un agente cancerígeno para los animales. Estos contaminantes contienen bisfenol A, que puede perturbar la producción de hormonas y que contribuye al desarrollo de cáncer de mama y próstata en humanos, así como tumores hepáticos en roedores.
Algo equivalente pasa con los animales domésticos y la exposición a pesticidas y herbicidas para agricultura.
La comida de origen humano también es un problema. Proporcionamos alimentos a los animales a propósito y sin intención a través de los residuos. Esta comida puede contener micotoxinas de hongos que crecen en alimentos desechados o toxinas derivadas de ciertos antibióticos que se vuelven cancerígenos a la luz solar.
La comida en sí misma puede ser de baja calidad, lo que lleva a una carencia de nutrientes y al debilitamiento del sistema inmunológico. También puede alterar la microbiota intestinal, todo lo cual está relacionado con un mayor riesgo de cáncer.
La mayor presencia de células malignas en el organismo podría tener complejas consecuencias en la ecología evolutiva de las especies y el funcionamiento del ecosistema. Es urgente realizar más investigaciones porque, más que nunca, los ecosistemas están siendo alterados por las actividades humanas, y es poco probable que esta tendencia disminuya en el futuro, concluyeron los investigadores.
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