Una partícula elemental, sin carga y apenas masa que era inmune a las interacciones electromagnéticas con el resto de partículas y a la gravedad, viajó 3 mil 700 millones de años por el universo en línea recta atravesando galaxias, estrellas, planetas y cualquier otra cosa que se le pusiese por delante hasta llegar a la Tierra.
El 22 de septiembre de 2017 en el Polo Sur, a más de un kilómetro bajo el hielo de la Antártida, el detector IceCube localizó una partícula con energía superior a las del resto y, gracias a los estudios, han podido descubrir que la llamada partícula fantasma proviene de un agujero negro.
- El IceCube de la Antártida es un bloque de un kilómetro cuadrado que contiene unos 5 mil detectores engastados en el hielo.
Según los dos estudios publicados, esta partícula venía de un blazar, una galaxia en espiral con un agujero negro masivo en su centro que gira a gran velocidad.
- Lo más importante del hallazgo es que confirma que la astronomía de neutrinos es capaz de estudiar agujeros negros y otros cuerpos que hasta hace muy poco eran totalmente invisibles para los instrumentos convencionales. En esto, las partículas fantasma, tan esquivas y difíciles de cazar, se parecen a las ondas gravitacionales, pues desvelan qué sucede en los confines más oscuros y violentos del universo.
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