Las mujeres no tienen derecho a votar porque no sienten la necesidad de participar en asuntos públicos o movimientos colectivos, argumentaban hace apenas 100 años quienes redactaron la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917.
La negativa de los constituyentes al voto femenino en México fue una respuesta a la solicitud de Hermila Galindo, la secretaria particular de Venustiano Carranza, quien subió a tribuna para defender el derecho de las mujeres a no sólo desarrollarse en ámbitos como el hogar y el cuidado de los hijos.
Además explicó que si las mujeres tienen obligaciones en la sociedad, pagan contribuciones, obedecen a las autoridades y purgan las mismas penas que los hombres en las cárceles, era ilógico que no se les permitiera elegir a sus gobernantes.
Tras la lucha de Galindo vendría un sinuoso camino para conquistar el derecho a votar. En 1937, el presidente Lázaro Cárdenas envió reforma constitucional que fue aprobada, pero el proyecto legislativo se quedó en la congeladora bajo el argumento de que los sacerdotes católicos "influenciarían" la decisión de las futuras sufragantes.
Diez años después, en 1947, se logró el voto femenino en elecciones municipales, en 1954 se aprobó en los comicios federales y el 3 de julio de 1955 las mexicanas sufragaron para elegir Presidente de la República.