Desde pequeños, los niños aprenden que decir groserías no es apropiado, crecen con la idea de que solo demuestra un bajo vocabulario y una pobre educación, sin embargo diversos estudios demuestran que las groserías aportan varios beneficios a la vida de las personas.
Sin embargo, es esa cuestión prohibida de las palabras malsonantes la que les otorga ese poder. Si no fueran censuradas, todas las palabras que se designan como groserías serían sólo términos comunes y corrientes.
Steven Pinker, científico cognitivo y profesor de Harvard, enumeró algunas nuevas funciones de las groserías. Hay palabrotas enfáticas, por ejemplo, cuando se quiere resaltar algo, y malas palabras usadas como disfemismos, es decir las que se utilizan para expresar opiniones de manera provocativa; las groserías más allá de hacer colorido el lenguaje, también pueden ser catárticas.
Las maldiciones pueden aumentar la habilidad para soportar el dolor, por ejemplo, cuando te golpeas el dedo chiquito del pie y sueltas una grosería, puedes tolerar mejor el malestar.
El doctor Richard Stephens, profesor de Psicología de la Universidad Keele, les pidió a varias personas que le dieran una lista de palabras, incluidas groserías, que dirían si se pegaran en el dedo con un martillo. Después les pidió que hicieran una lista de palabras neutrales para describir una silla; después les pidió que metieran una mano en agua helada tanto tiempo como aguantaran mientras repetían una palabra de alguna de las listas; el resultado fue contundente los participantes que repitieron una grosería pudieron mantener la mano sumergida en el agua helada por casi 50% más tiempo que aquellos que repitieron una palabra neutral.
En otro estudio realizado por Stephens se le pidió a los participantes que dijeran groserías y palabras neutrales mientras pedaleaban contra una resistencia en una bicicleta estática o apretaban un dinamómetro con la mano, en ambos casos, decir groserías mejoraba el rendimiento.
Por otro lado, Timothy Jay, profesor emérito de la Massachusetts College of Liberal Artsa, asegura que las palabras obscenas ayudan a expresar emociones, especialmente el enojo y la frustración, hacia los otros de manera simbólica y no con la violencia física, por lo que decir groserías significa sobrellevar, o desahogarse, y ayuda a lidiar con el estrés.
Algunas investigaciones también descubrieron un vínculo entre decir groserías y la honestidad. Por ejemplo, un estudio publicado en la revista especializada Social Psychological and Personality Science concluyó que las groserías están asociadas con menos mentiras y engaños a nivel individual.
La gente también percibe a aquellos que usan palabrotas como personas más honestas. La idea es que los mentirosos necesitan usar más su cerebro y requieren más tiempo para pensar e inventar mentiras, recordarlas o simplemente evitar decir la verdad. En cambio, los que suelen decir la verdad van al grano más rápido, lo que puede implicar hablar impulsivamente y sin filtro.
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