Entre porras, alabanzas y aplausos, una figura masculina detenía a todo el país una vez al año: el Presidente de la República, quien cada 1 de septiembre, visitaba el Congreso de la Unión al inicio del Período Ordinario de Sesiones para entregar su informe de gobierno y dirigir un mensaje que se transmitía en cadena nacional.
La entrega de un informe sobre "el estado que guarda el país" es una obligación que ya se establecía en las constituciones de 1824 y 1857 y que en el siglo XX se convirtió en el "Día del Presidente".
La escena presidencial tuvo momentos polémicos, como cuando Gustavo Díaz Ordaz declaró, antes de la matanza de Tlatelolco en 1968:
"Hemos sido tolerantes hasta excesos criticados; pero todo tiene un límite y no podemos permitir ya que siga quebrantando irremisiblemente el orden jurídico, como a los ojos de todo mundo ha venido sucediendo".
También es memorable el discurso del presidente José López Portillo en 1982, cuando nacionalizó los bancos y de manera dramática expresó entre lágrimas:
"A los desposeídos y marginados, a los que hace seis años les pedí un perdón que he venido arrastrando como responsabilidad personal".
En la década de 1990 y el primer sexenio del siglo XXI, la oposición obtuvo más espacios de poder y el llamado "Día del Presidente" se desdibujó hasta escribir su última página durante el último informe de Vicente Fox, que en pleno conflicto poselectoral y ante la tribuna del Congreso tomada por legisladores de izquierda en 2006, tuvo que dejar el documento en la entrada del recinto y retirarse.