Ameno vende dulces; Salsero es chofer y cuidador de autos: y Escorpión Dorado Jr. endereza columnas vertebrales: con las arenas cerradas por la cuarentena obligada por la pandemia del nuevo coronavirus, los luchadores mexicanos se han tenido que reinventar.
"Tengo tres niños y los que nos dedicamos cien por ciento a la lucha libre nos afecta más", dice Ameno, de 29 años, apodado así por la canción -del mismo nombre- del grupo musical "Era". "No me da pena decirlo: puse un puesto de dulces, aparte hago trabajos de plomería, electricidad, es con lo que poco o mucho, llevo sustento a casa", añade el hombre mientras espera a recibir un paquete de alimentos que le entregará el Fantasma, presidente de la Comisión de Lucha Libre Profesional de la Ciudad de México (CDMX).
Ameno, quien usa una máscara aterciopelada de color azul y dorado, es uno de los luchadores que vivía enteramente del deporte de los costalazos antes de la epidemia.
Varios de los enmascarados que esperan pacientemente el mercado de leche, arroz, aceite y otros productos, tienen otro oficio además de la lucha libre.
"Si se acabó, se acabó"
Salsero, de 41 años, afirma que ha estado "buscándole para ir adelante" en medio de la emergencia. Con su nombre impreso en la parte de atrás de la máscara, no pierde el buen humor:
Estoy trabajando de 'viene viene' (cuidador de autos), estuve de chofer, estuve de vigilancia...", enumera entre carcajadas.
Los testimonios de estos hombres son una mezcla colorida, y sombría a la vez, del azote que está sufriendo México, un país con 127 millones de habitantes, por el COVID-19, que dejaba hasta este miércoles 19 mil 080 muertos y 159 mil 793 contagiados.
Son parte, además, de los 12 millones de mexicanos que tiraron la toalla en abril al dejar de buscar trabajo, la mayoría de ellos del sector informal, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Un luchador al que se le escapan algunas canas de la máscara le dice a otro, mientras señala el cielo con su mano arrugada, : "Con esto del coronavirus, si el de arriba decide que se acabó, se acabó".
Enderezando columnas
A Escorpión Dorado Jr., de 50 años, la epidemia le golpeó por partida doble: cerraron las arenas y tuvo que bajar la cortina de su tienda de souvenirs de lucha libre.
(Vendemos) muñequitos, máscaras, llaveros. Como vamos al día afecta bastante. Gracias a Dios como la gente nos conoce va y toca (para comprar). No podemos quedarnos sin comer", cuenta.
Para enfrentar la adversidad, también oficia de quiropráctico alineando columnas:
"Es una técnica japonesa, mucha gente me busca por eso, es lo que me ha sacado adelante porque la boutique se quedó parada", dice con una máscara totalmente cerrada, que le sirvió para adaptarse al cubrebocas que usan casi todos los habitantes de la CDMX.
Skayde, de 55 años y con una máscara de cuernos, confía por su parte en retomar la enseñanza de lucha libre más pronto que tarde. "Hay demasiados trabajos que podemos hacer. Hay que buscarle".
De pocas palabras, Tolteca Jr., de 47 años, endurece su voz cuando resume los golpes que le ha propinado la pandemia:
"No tenemos funciones, eventos (...), vivimos de la lucha y no nos alcanza", dice el hombre, quien repara carrocerías de automóviles. "Por lo menos sale para que uno vaya comiendo, pero está difícil".
Sin embargo, su tono cambia y los ojos le brillan cuando revela lo que más echa de menos del espectáculo: "La sonrisa de un niño es el mejor pago para un luchador, que te abrace".
Comparten, así, la ilusión todos estos hombres, quienes guardan celosamente su identidad: "Una mentada... en ese ambiente es algo normal. Se extraña".