Para ir de su casa al trabajo, Wendy ha tenido que cambiar de ruta al menos tres veces. Baja la mirada, se pone sus audífonos y camina lo más rápido posible. Ha tenido que adoptar estas conductas para no ser víctima de acoso callejero, pues es algo a lo que se enfrenta todos los días.
Rocío, estudiante de 20 años, comenta que es mucho más frecuente escuchar un "hola" o un "te acompaño" que un piropo elaborado. Estas palabras que podrían parecer inocentes, ya que no llevan una carga sexual implícita, también pueden convertirse en acoso callejero si se dicen bajo determinado contexto.
Como Wendy y Rocío, en México 9 de cada 10 mujeres sufren diariamente de algún tipo de violencia en sus trayectos cotidianos (Segob, 2017).
La maestra en Estudios de Género, Beatriz Peralta, menciona que podemos identificarlo por el tono de voz; sin embargo, también tiene que ver con el hecho de establecer una relación de poder "de yo te hablo a ti, porque siento que puedo y no me importa si con eso yo te estoy molestando o si estoy invadiendo tu espacio."
Pero sobre todo, menciona que estas palabras son percibidas como hostigamiento debido al contexto del país en el que nos encontramos, donde, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ocurren al menos 7 feminicidios al día.
Este tipo de violencia ha sido invisibilizada en varias partes de América Latina. Por esta razón países como Argentina, Chile y Paraguay actualmente trabajan en la gestión de leyes contra el hostigamiento en espacios públicos. Sin embargo, en nuestro país esta práctica no está tipificada como un delito y se escuda bajo el argumento de que es parte del folclore y la cultura.
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