Ante un Vaticano sin fieles, por la cuarentena que se vive en Italia, el Papa Francisco dedicó la oración del Viernes Santo a las personas que padecen la pandemia del coronavirus (Orthocoronavirinae) que fue considerada por el predicador de la familia papal, Padre Raniero Cantalamessa, como el despertar del delirio de omnipotencia.
"Dios todopoderoso y eterno, refugio providente del sufrimiento, mira con compasión la aflicción de tus hijos que sufren esta epidemia. Alivia los dolores de los enfermos, da fuerzas a los que los cuidan, recibe en tu paz a los que están muertos y durante todo el tiempo de esta tribulación, que cada uno encuentre consuelo en su misericordia ", Papa Francisco.
Mientras el Papa Francisco escuchaba atentamente, el padre Raniero Cantalamessa dijo a los presentes (algunos prelados, y miembros del coro) que "apenas el elemento más pequeño y sin forma de la naturaleza, un virus, nos ha recordado que somos mortales.
"La pandemia de coronavirus nos ha despertado abruptamente del mayor peligro al cual los individuos y la humanidad siempre han sido susceptibles: el engaño de la omnipotencia. Se necesitó simplemente el elemento más pequeño y sin forma de la naturaleza, un virus, para recordarnos que somos mortales, que el poder militar y la tecnología no son suficientes para salvarnos", Padre Raniero Cantalamessa.
La celebración religiosa de este Viernes Santo es uno de los raros momentos en que el Papa Francisco no pronuncia una homilía, dejándola al Padre Raniero Cantalamessa, el predicador de la familia papal.
El servicio fue histórico, pues a la ceremonia en memoria de la pasión y muerte de Jesucristo, regularmente asisten cardenales, obispos y cerca de 10 mil fieles; ahora se redujo debido a las restricciones del coronavirus (Orthocoronavirinae) y solo asistieron alrededor de dos docenas de personas, incluidos los ayudantes papales que leen las escrituras y un coro más pequeño de lo habitual.
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Otro de los cambios significativos que tuvo este viernes santo fue que solo el Papa Francisco besó un crucifijo al final del servicio. Por lo general es besado por cada cardenal, arzobispo y obispo de la iglesia católica presentes en la ceremonia.
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El Padre Raniero Cantalamessa dijo que la pandemia, que ha matado a casi 19 mil personas tan solo en Italia, debería ser un estímulo para que las personas aprecien lo que realmente importa en la vida.
"No permitamos que tanto dolor, tantas muertes y tanto compromiso heroico por parte de los trabajadores de la salud hayan sido en vano", Padre Raniero Cantalamessa.