Una caravana de unas 2 mil personas salió al alba del 13 de octubre para escapar de la violenta ciudad de San Pedro Sula, Honduras, con pretensiones de alcanzar el sueño americano y hacer una vida en Estados Unidos.
Muchos más se fueron sumando en el camino. La ONU estima que ya son alrededor de 7 mil personas, la gran mayoría migrantes que conforman la caravana que se encuentra al sur de México. Los principales elementos generadores de migración son: pobreza, violencia, falta de empleo y oportunidades.
La combinación de la pobreza con la violencia, las desigualdades y la tensión política provocan que muchos vean la emigración como su única oportunidad de tener una vida digna y por eso se estima que ya hay casi 750 mil hondureños que viven en el extranjero.
El 68% de los 9 millones de hondureños viven en la pobreza, según el Banco Mundial (BM). La situación se exacerba en las zonas rurales donde uno de cada cinco vive en extrema pobreza. En las zonas urbanas, la gran mayoría de los hondureños trabaja en la economía informal.
Un empleo no siempre implica tener dinero suficiente para una vida digna. El ingreso per cápita es de solo 120 dólares al mes y según el BM el país tiene los niveles más altos de desigualdad económica de América Latina.
Las maras y violencia
San Pedro Sula, la segunda ciudad más grande de Honduras y de donde partió la caravana, ha sido calificada por varios años por algunas entidades como la ciudad más peligrosa del mundo. El resto del país no está mejor. Las cifra de homicidios es de 43 por cada 100 mil habitantes, según la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, muchos hondureños denuncian que ha sido víctimas de operativos de mano dura donde han predominado el uso excesivo de la fuerza y serias violaciones a los derechos humanos.
Las maras o pandillas controlan territorios donde el Estado está ausente. El crimen organizado opera con impunidad en algunas regiones de la costa del Caribe con ubicaciones ideales para reabastecer, empacar y almacenar drogas, según la ONU, y la impunidad estructural y la corrupción, que ha tocado a muchos gobiernos incluido el actual, han erosionado la confianza en las instituciones públicas.
Los niños y adolescentes se llevan una de las peores partes, y tal vez por eso cada vez son más los que se lanzan a emigrar. Solo en los seis primeros meses de este año fueron retornados a Honduras, según datos de la OIM, 4 mil 700 menores, el mismo número que en todo 2017. Además aunque la mayoría comienza la primaria, la mitad deja la escuela a los doce años y sólo uno de cada cuatro estudiará secundaria porque la necesidad de encontrar algún trabajo se impone.
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