Es considerada como una ciudad sagrada por los fieles de las tres grandes religiones monoteístas judíos, cristianos y musulmanes lo que convirtió a Jerusalén en objeto de numerosas disputas que, a lo largo de siglos, derivaron en reiteradas conquistas y reconquistas, es decir, guerras y más guerras. Hasta la actualidad.
En 1947 la Asamblea General de la ONU aprobó la resolución 181 para la partición de Palestina en un Estado judío y otro árabe, y se pensó en considerar a Jerusalén como una "entidad aparte", una ciudad internacional que sería administrada durante diez años por la ONU antes de realizar una votación para definir su destino.
La resolución 181 preveía además garantizar la protección, el libre acceso y la libertad de culto en los lugares sagrados de la ciudad, no solo para sus habitantes sino incluso para los extranjeros sin discriminación por causas de nacionalidad.
Sin embargo, el plan no llegó a aplicarse debido al inicio de la primera guerra árabe-israelí en 1948, lo que derivó en la división de la ciudad en dos partes: Jerusalén este, bajo control árabe; y Jerusalén oeste, en manos de Israel.
La parte oriental de Jerusalén, que incluía la ciudad vieja y los lugares sagrados, quedaron en manos de Jordania desde 1948 hasta 1967, cuando durante la Guerra de los Seis Días, Israel quedó en control de toda la ciudad.
Pareciera que esta disputa es nueva, pero en realidad es milenaria y ningún asunto en Medio Oriente ha sido tan polémico como el estatus de Jerusalén, una ciudad que tanto israelíes como palestinos reclaman como su capital.
Antiguo vínculo judío
"Según la Biblia, era la capital del Estado unido de (los reyes) David y Salomón, alrededor del año 1000 a.c.. Históricamente, comprobado por evidencia arqueológica, fue la capital del Estado hebreo de Judea poco después de esa fecha, el sitio del templo judío en el Monte del Templo y así permaneció hasta que fue conquistada y destruida por Nabucodonosor II, rey de Babilonia, en el año 586", señaló a la BBC Mundo el historiador británico Simon Sebag Montefiore, autor del libro "Jerusalén, la biografía".
El especialista detalló que después la presencia hebrea allí fue restaurada por Ciro II el Grande de Persia hasta la conquista por parte de Alejandro Magno, aunque el templo siguió siendo el centro de la vida judía hasta que intentó destruirlo Antíoco IV Epífanes, un rey de la dinastía Seléucida cuya represión aceleró una rebelión por parte de los judíos.
"Jerusalén fue la capital de un Estado judío independiente con los macabeos, que entonces era un reino satélite de Roma bajo Herodes el Grande, quien reconstruyó el segundo templo que luego fue destruido por Tito en el año 70 D.C., cuando tomó control de la ciudad y ordenó la expulsión de los judíos", contó Montefiore.
"En el siglo II, Adriano intentó destruir la Jerusalén hebrea y colocó un templo idolatra en el lugar del templo judío. Lo que llevó a una amplia revuelta que fue reprimida por el emperador, quien volvió a expulsar a los judíos y renombró a Jerusalén y a Judea con el nombre de los enemigos bíblicos de los hebreos: los filisteos", agregó.
"Desde aquel momento, los judíos han reverenciado ese lugar y han orado en torno al muro del templo destruido. Habiéndola tenido por algunos momentos bajo su control, los judíos han soñado y han anhelado volver a Jerusalén& hasta que en el siglo XIX comenzaron a emigrar a Palestina. Desde 1880 ha habido una mayoría judía en Jerusalén".
Montefiore también destaca los lazos antiguos que unen a los musulmanes con Jerusalén.
Islam en Jerusalén
"El vínculo islámico con la ciudad se remonta a la conquista árabe alrededor del año 638, cuando el califa Omar tomó la ciudad, garantizando la libertad a los judíos y cristianos que aceptaran el control político y religioso musulmán. Los musulmanes reverenciaban las escrituras judías y compartían su creencia de que Jerusalén sería el lugar místico del apocalipsis, que consideraban inminente", relató el historiador.
"Mahoma veneraba las escrituras judías y a Jerusalén misma, al punto que los primeros musulmanes oraban hacia Jerusalén y no hacia la Meca. En las primeras décadas de gobierno árabe, realizaban su culto religioso en el Monte del Templo, pero permitían a los judíos realizar también su culto religioso allí. La tolerancia hacia otros credos monoteístas se acabó cuando el islam se convirtió en una religión de Estado más rígida bajo el califa Abdalmálik, quien construyó el Domo de la Roca encima de la base fundacional del templo judío", indicó Montefiore.
El investigador expuso que, posteriormente, los cruzados conquistaron Jerusalén en el año 1099, mataron a todos sus habitantes musulmanes y judíos; y gobernaron la ciudad hasta 1187, cuando Saladino la retomó, restaurando el control islámico y reubicando en ella a muchos de los antepasados de los palestinos actuales, aunque también hay otros que llegaron posteriormente durante el imperio Otomano e, incluso, durante el mandato británico.
"En otras palabras, judíos y musulmanes comparten unos vínculos antiguos y auténticos con Jerusalén. Es absurdo negarlo". Simon Sebag Montefiore
Actualidad de Jerusalén: Tensión
En 1980, el Estado de Israel declaró a la ciudad como su capital. Y los palestinos designaron a Jerusalén del Este como la sede de su Estado.
Aunque ninguna potencia reconoce ninguno de estos reclamos, aquí está la raíz de las crecientes tensiones entre israelíes y palestinos. Y estas tensiones están ahora en riesgo de estallar con los informes de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reconocerá a Jerusalén como la capital de Israel.
"Cualquier decisión sobre el estatus de la disputada ciudad debe ser tomada dentro del marco de las negociaciones entre israelíes y palestinos", declaró el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y dijo que estaba "preocupado" por la posibilidad de que Trump tome esa decisión.
Decisión Trump, el posible reconocimiento
A Trump le corresponde firmar una medida para postergar el traslado de la embajada en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, algo que han hecho semestralmente todos sus antecesores desde que en 1995 el Congreso de Estados Unidos aprobó una ley a favor de esa reubicación.
Sin embargo, la prensa estadounidense anticipa que el actual inquilino de la Casa Blanca se propone, en cambio, anunciar el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel.
Aunque durante su campaña electoral Trump se mostró favorable a esa mudanza, su ejecución colocaría a Estados Unidos a contracorriente de las decisiones de la ONU sobre esta materia y en abierta contradicción con el resto de potencias occidentales.
Soberanía no reconocida
Ese lazo histórico de judíos y musulmanes con Jerusalén ha hecho de la ciudad un elemento central en las negociaciones de paz entre Israel y los palestinos.
Así, por ejemplo, en los acuerdos de Oslo suscritos en 1993 entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina se estableció que el estatus de la ciudad sería discutido en etapas más avanzadas de las negociaciones.
Efectivamente, el tema surgió en las negociaciones de paz de Campo David, auspiciadas por el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, en el año 2000.
Allí el entonces líder de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat, y el primer ministro israelí, Ehud Barak, hablaron por primera vez directamente sobre el estatus de Jerusalén.
Según relató Clinton, Barak flexibilizó mucho más su posición que Arafat, quien terminó rechazando las propuestas discutidas. Desde entonces, el proceso de paz no ha registrado ningún avance sustancial.
Aunque desde 1967 Israel ha ejercido una soberanía de facto sobre Jerusalén, esta no ha sido reconocida internacionalmente al punto que, incluso los países más cercanos a Israel, mantienen sus embajadas en Tel Aviv.
Detrás de esta negativa aparece reiteradamente el argumento de que el estatus de la ciudad debe definirse en el marco de las negociaciones para el establecimiento de dos Estados, uno palestino y otro israelí, que convivan con paz y seguridad.
También se cuestiona que Israel ha creado numerosos asentamientos, considerados ilegales por la legislación internacional, en los territorios ocupados de Cisjordania.
Finalmente, Montefiore señala que:
"la paz no puede llegar hasta que Jerusalén sea reconocida como una parte legítima y auténtica de la narrativa histórica y de la herencia cultural de ambos. Debería ser y ya es en efecto la capital de Israel, pero no indivisible porque para alcanzar la paz también necesita ser la capital de Palestina".
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