Unos sesenta pasajeros viajan amontonados en una cabina semejante a una jaula. Varios cuelgan del estribo. Van en uno de los camiones que autoridades venezolanas ofrecen como solución a la crisis del transporte y que han ocasionado accidentes fatales.
Lejos de prohibirlos por sus condiciones inseguras, varios gobernadores y alcaldes oficialistas activaron su propia flota gratuita de "perreras", como se conoce a estos vehículos por su parecido con los empleados antaño para recoger a los perros callejeros.
Unas 55 muertes se produjeron desde abril por el uso de medios improvisados como las perreras, denunció la semana pasada una comisión del Parlamento, de mayoría opositora. Solamente el siniestro de un camión dejó 16 fallecidos en mayo en Mérida (oeste).
"Son lo más feo que hay. Es como que te montaras en una jaula ganadera, empuja pa'cá, empuja pa'llá". José Miguel, albañil de 20 años que vive en Caracas.
Quebrados por la hiperinflación
Un 90% de la flota de transporte público en Venezuela está paralizada ante la imposibilidad de sufragar los altos costos de los repuestos, según gremios a los que el gobierno acusa de "sabotaje".
"La hiperinflación nos tiene fregados a todos. De 12 mil autobuses que había, solo queda 10%". Oscar Gutiérrez, chofer y dirigente gremial del estado Miranda, donde está Caracas.
Algunos conductores de autobús han llegado al extremo de trabajar únicamente en las horas de menos calor para alargar la vida de los neumáticos, cuenta Gutiérrez.
La flota venezolana es de las más viejas de la región. "Los más nuevos los importó el gobierno en 2015 y ya hay un cementerio de estos buses. El mismo Estado no ha podido mantenerlos", añade.
Sin dinero, sin transporte
La escasez de efectivo es otro dolor de cabeza. Un pasaje urbano puede costar 30 mil bolívares, pero los bancos solo entregan 100 mil diarios.
- Entre la falta de buses y billetes, muchos optan por las perreras gratuitas.
A las perreras se suman otros medios de transporte insospechados en la otrora potencia petrolera, como los camiones tipo cava, que durante el día movilizan alimentos y en la tarde seres humanos.
Mientras, en la empobrecida barriada caraqueña de Petare, Candelaria Segovia, de 52 años, se aferra a la baranda de una perrera para no caerse. "Si no tenemos reales (dinero) no nos dejan subir en los autobuses, los camiones son más baratos", cuenta.
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