Este lunes, Reino Unido inició una investigación pública sobre un escándalo de sangre contaminada ocurrido hace décadas en el que murieron al menos dos mil 400 personas.
El caso se centrará en cientos de personas con hemofilia que contrajeron Hepatitis C y VIH tras recibir transfusiones de sangre, principalmente procedente de Estados Unidos, a través del Servicio Nacional de Salud (NHS por sus siglas en inglés) en las décadas de los setenta, ochenta y noventa.
La primera ministra Theresa May anunció la investigación en 2017 y calificó el caso de "tragedia que causó dificultades y dolor inconmensurables a los afectados".
Presidida por el exjuez del Tribunal Superior Brian Langstaff, la indagación, que debe durar dos años y medio, considerará "si hubo intentos de ocultar detalles de lo ocurrido" mediante la destrucción de documentos o retención de información; además analizará si esos intentos fueron deliberados y si "hubo una falta de sinceridad u honestidad" en las respuestas del gobierno, la administración del NHS y otros responsables.
En ese sentido, Des Collins, abogado que representa a numerosas víctimas y grupos asociados, consideró que este era "un día que pocos pensaban que llegarían a ver".
Debido a la escasez de productos sanguíneos en Reino Unido, el NHS compró gran parte de su reserva a abastecedores estadounidenses cuyos donantes, entre los que había presos y otros grupos de riesgo, habían cobrado por su sangre.
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