Japón empezó este sábado un periodo excepcional de diez días de vacaciones, parte de ellos con motivo de la transición imperial, que dio lugar a aeropuertos abarrotados y largas filas en los cajeros automáticos.
El archipiélago se prepara para la abdicación del emperador Akihito el martes. Al día siguiente, su hijo mayor y heredero, Naruhito, accederá al trono.
Los japoneses, que tienen fama de trabajar duro, combinarán los dos días festivos de este acontecimiento con la tradicional "semana dorada", de varios días de descanso.
Muchos se preparaban para las ceremonias nacionales organizadas por todo el país, mientras que otros aprovecharon para viajar.
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En Narita, principal aeropuerto de la capital, se esperaba la cifra récord de 60 mil 700 viajeros con destino en el extranjero, según la televisión pública NHK.
También se formaron largas filas para tomar el tren de alta velocidad Shinkansen en la estación de Tokio, mientras que las autovías también estaban a rebosar de vehículos saliendo de la capital.
Según el operador turístico japonés JTB, se deberían alcanzar los 24,67 millones de viajeros (tanto dentro como fuera del país) en este periodo, un récord.
Con los bancos cerrados hasta el 6 de mayo, el dinero empezó a escasear en los cajeros automáticos, en un país que sigue prefiriendo el efectivo a la tarjeta.
Pero no todos se mostraron contentos con estas vacaciones extraordinarias, y hubo quien se quejó de la falta de acceso a los servicios públicos y sanitarios o de no tener dónde dejar a los niños por culpa de los días feriados.
Según una encuesta del diario Asahi Shimbun, el 45% de los japoneses no "se sentía feliz" al tener tantas vacaciones, frente a un 35% que sí lo estaba.