Yaser Arafat, una década sin el padre y la imagen del nacionalismo palestino
Su carisma, liderazgo y capacidad de unir al pueblo en torno a una causa dejó un vació difícil de llenar.
Una década ha transcurrido desde que la viva imagen de la causa palestina desapareciera del mapa político de Oriente Medio, en aquel día soleado en el que Palestina despidió a un padre, cuyo legado es indudable y su sombra aún muy alargada.
Yaser Arafat, aquel viejo guerrillero, líder indiscutible que escapó de la muerte en más de 10 ocasiones, falleció en un hospital de París a causa de una dolencia aún no esclarecida.
Dos lustros antes, se había convertido en dirigente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), la culminación de años de lucha en la sombra y múltiples exilios, que finalmente se vieron recompensados con su regreso a los territorios palestinos en 1994.
Eso fue posible gracias a la firma en 1993 en Washington de los acuerdos de paz de Oslo, escenificados por el ya mítico apretón de manos con el entonces primer ministro israelí, Isaac Rabin, ante el presidente estadounidense Bill Clinton.
Mohamed Abdel Rahman Abdel Rauf Arafat al Kudua al Huseini, que es su verdadero nombre, conocido bajo el apodo de guerra de "Abu Amar", nació un 4 de agosto de 1929: no se sabe con certeza si fue en Jerusalén, El Cairo o Gaza.
Arafat creció en medio de enfrentamientos entre árabes y judíos y quizá este hecho, al que se suman el panarabismo reinante de la época y el establecimiento del Estado de Israel en 1948, terminaron por forjar la figura del combatiente contra los sionistas.
Luchó contra la nación emergente en la primera guerra árabe-israelí (1948-49), estudió en El Cairo ingeniería y tomó contacto con los fundamentalistas Hermanos Musulmanes, si bien defendió posteriormente un nacionalismo de tinte secular.
En 1974 se presenta ante la Asamblea General de la ONU con su kufiya, un pañuelo árabe de cuadros, donde pronunció un discurso en el que afirmó: "traigo una rama de olivo en una mano y un fusil de combatiente en la otra.. no dejen que caiga el ramo de mi mano".
Fallecido a los 75 años, estuvo casado con Suha Arafat, 37 años menor que él con el que tuvo una hija en 1995. Murió por causas que aún se investigan aunque cobra fuerza la posibilidad de que fuera envenenado, bien por Israel, o por miembros de la cúpula que lo rodeó en sus últimos días.
A lo largo de los años se negó a compartir la responsabilidad del poder y desarrolló un estilo personalista, que provocó críticas entre sus propios correligionarios. Sin embargo, su carisma, liderazgo y capacidad de unir al pueblo en torno a una causa dejó un vació difícil de llenar por sus sucesores.