Payasos liberan a los niños palestinos de su dolor
Les otorgan unos minutos de distracción en medio de los conflictos que vive su país.
Con una enorme sonrisa, Marcelo González emerge del suelo feliz entre un montón de niños palestinos que tratan de arrancarle su ajado sombrero de hongo, las gafas rojas sin cristal y la nariz de payaso.
Es el primer día de la fiesta musulmana del Sacrificio, y el parque Rockefeller, uno de los escasos pulmones verdes de Jerusalén Este, está plagado de niños y adolescentes que miran con extrañeza y cierto recelo a esa tropa de cómicos instalada entre los árboles.