Murió Ben Bradlee, el mítico director del Washington Post
Al frente del diario publicó el Caso Watergate, que terminó con la renuncia del Presidente Nixon.
Ben Bradlee se destacó temprano como periodista gracias a su amistad con un presidente, John F. Kennedy, y se hizo famoso por su papel en la caída de otro, Richard Nixon, al ayudar a encaminar la cobertura de Bob Woodward y Carl Bernstein durante el escándalo de "Watergate". El martes murió a los 93 años de causas naturales.
Comenzó repartiendo periódicos en su Massachusetts natal y terminó convirtiendo una redacción mediocre en la referencia que es hoy The Washington Post, lo transformó con su carácter brusco, su liderazgo inspirador y una férrea obsesión por la verdad.
El legendario periodista vivió su etapa dorada al frente del Post entre 1965 y 1991: 26 años en los que hizo historia con la publicación de los Papeles del Pentágono y el escándalo del "Watergate".
Tomó partido por la libertad de prensa en 1971 al seguir adelante con la publicación de los Papeles del Pentágono, un estudio secreto de la guerra de Vietnam que divulgó The New York Times, en contra del consejo de los abogados, y los ruegos de altos funcionarios del gobierno.
La consecuente batalla legal llegó hasta la Corte Suprema, que confirmó el derecho de los periódicos a publicar los documentos filtrados.
"Él transformó para siempre este negocio. Su único principio inflexible era búsqueda de la verdad. Tenía la valentía de un militar", recordaron tras su muerte los periodistas del "Watergate", Carl Bernstein y Bob Woodward.
El del "Watergate" fue uno de los 17 Premios Pulitzer que el diario ganó bajo su dirección. Los suyos fueron 26 años de liderazgo en los que duplicó la tirada del rotativo (de 446 mil ejemplares a 802 mil), dobló la nómina de empleados hasta los 600 trabajadores e incrementó el presupuesto consagrado a la información de tres a 70 millones de dólares.
Junto a la gloria, Bradlee también tuvo sus momentos de humillación. El mayor disgusto se lo dio una prometedora joven periodista, Janet Cooke, que fue contratada por ser afroamericana y tener brillante historial académico, pero se inventó un magnífico reportaje de un niño adicto a la heroína.
El espeluznante texto de Cooke ganó un premio Pulitzer, un galardón que con enorme sonrojo tuvo que devolver Bradlee al confirmarse la falsedad de la historia. Fue el peor momento de su carrera.
"Siempre tuvo un gran valor para hacer lo que era correcto como periodista y asumir las consecuencias de ello. Tenía una combinación de carisma y valentía que era única, incluso en una época de grandes directores", relató el jefe de información política del Post, Dan Balz.
Quienes trabajaron con él recuerdan su ironía, no cinismo, y un agudo sentido del humor. Su capacidad para motivar a los jóvenes redactores era única, a pesar de la conocida brusquedad con la que lanzaba su orden favorita: "conseguir la historia, y conseguirla bien".
Su gran personalidad quedó inmortalizada en la célebre película "Todos los hombres del presidente" ("All the President's Men", 1976), la adaptación del libro homónimo en el que Woodward y Bernstein relatan la investigación del "Watergate".
Bradlee dejó oficialmente la dirección del Post en 1991 pero siguió yendo cada mañana a la oficina durante años como vicepresidente honorífico. Su mesa era una parada habitual en la visita a la redacción de las nuevas incorporaciones: historia viva de un gran diario.
En los últimos años su salud fue deteriorándose a causa del Alzheimer. Sally Quinn, su tercera esposa y también periodista, reveló en septiembre que al legendario director le quedaba poco tiempo de vida.