Juan Carlos I sintió dolor, satisfacción y orgullo el día de su abdicación
Así lo reveló en una entrevista a un diario español.
Juan Carlos I albergó sentimientos contradictorios durante su abdicación, el pasado 19 de junio, en favor de su hijo, Felipe VI: el de "la satisfacción del deber cumplido", "el dolor de la despedida" y el "orgullo de un padre de ver a su hijo allí".
Así lo publica este domingo el diario ABC, que se hace eco de extractos de una entrevista que el periodista Fernando Ónega hizo al rey Juan Carlos cuatro meses después de ese momento y que incluye en su libro de próxima aparición "Juan Carlos I. El hombre que pudo reinar".
"Quizá la palabra emoción se quede corta. Fueron sentimientos contradictorios: la satisfacción del deber cumplido y el dolor de la despedida; la pena de pensar que me retiro y el orgullo de un padre de ver a su hijo allí", afirma en esa entrevista Juan Carlos de Borbón.
Monarca desde noviembre de 1975, recuerda en la entrevista dos momentos fundamentales en su vida: cuando Franco le comunicó su decisión de designarle "sucesor a título de rey" y el 23F (intento de golpe de estado del 23 de febrero de 1981) "donde la monarquía se jugó su prestigio y continuidad".
Asimismo, Juan Carlos I destaca "de forma especial" el ingreso de España en la OTAN y en Europa", ambas, añade el monarca, "significaban la consecución de uno de mis objetivos: poner a España en el mundo".
"Aunque no guste a todo el mundo, nunca podré olvidar el comportamiento del Partido Comunista y del PSOE durante la Transición", dijo el rey, antes de añadir que "si en aquellos momentos a la izquierda española, y concretamente a Santiago Carrillo, se le hubiera ocurrido sacar su militantes a la calle, hoy ni tú ni yo estaríamos aquí".
De su proclamación como rey de España el 22 de noviembre de 1975, refiere que "más que vértigo sentía una enorme responsabilidad por todo lo que se me venía encima".
Comenta que entre los poderes que heredó de Franco "figuraba uno terrible: la potestad de firmar una pena de muerte. No dormía pensando en eso", confiesa el rey, que añade que "fueron -hasta la aprobación de la Constitución de 1978- tres años conviviendo con esa angustia".