El pasado 3 abril partieron de San Salvador, Tania Ávalos, Óscar Martínez y Valeria, su hija de dos años, sin saber que una tragedia los esperaría casi tres meses después. Esta familia originaria tenía la ilusión del sueño americano, donde tendrían mejores ingresos económicos y una casa donde la pequeña jugaría.
Partieron de El Salvador y llegaron a Guatemala, después de un tiempo lograron llegar a la frontera con México; ahí, su curso (como el de miles de migrantes) fue cruzar el río Suchiate hasta Ciudad Hidalgo, Chiapas. Después, avanzaron más de mil 800 kilómetros hasta Matamoros, Tamaulipas.
Ya en territorio tamaulipeco conocieron otro salvadoreño, Milton Paredes Menjivar, de 19 años, quien dijo que la madrugada del domingo 23 de junio, se hospedaron en un hotel. A las 8 de la mañana, tomaron un taxi hacia la oficina de migración ubicada en el Puente Nuevo para iniciar un trámite de asilo en Estados Unidos, pero estaba cerrada y debían volver el lunes.
- Fueron a comer y ahí decidieron que cruzar el río Bravo. Eligieron un punto del llamado Paseo del Río, un parque público.
Se dividieron en dos grupos:
Óscar cargó a Valeria en su espalda, mientras que Paredes ayudó a Tania. El papá y la niña ya casi llegaban al lado estadounidense, pero el cansancio y un fuerte viento los venció. Agotada y temerosa, Tania regresó al lado mexicano, seguida de Paredes. Desde la orilla, la esposa pudo ver a su marido y a su hija, pero no por mucho.
Finalmente, el lunes 24 de junio los cuerpos emergieron a la superficie alrededor de las 10 de la mañana, hinchados por la descomposición.