Sus manitas estaban frías, se quedó a la intemperie durante horas envuelto solo en una cobija delgada, sus piecitos empezaban a ponerse morados producto del inicio de hipotermia que estaba sufriendo, a la suerte de Dios, muchos medios cabecearon la noticia que estremeció a Puebla, cuando difundieron que un bebé fue abandonado en las puertas de una iglesia en Texmelucan.
Traía un mameluco y un gorrito, eran las 9 de la mañana aproximadamente, la doctora Gisela tomó al pequeño entre sus manos, fue la primera en revisarlo, en su pequeño ombligo aún estaban los signos de la batalla del parto, no más de 30 semanas de nacido, la galeno calculó a la par que tomaba sus pies y notaba que el recién nacido tenía la glucosa baja.
Fue arropado enseguida, no lloraba, pero respiraba, las campanas de la iglesia en la parroquia de San Martín Obispo de la Cruz, ubicada en calle principal del municipio de Texmelucan se mantenían erguidas, como expectantes, silenciosas por si oían el lloriqueo del pequeño, algún murmullo de esperanza que augurara un final feliz.
Fue personal del Suma de Puebla (Sistema de Urgencias Médicas Avanzadas) quien rompió el silencio, ¡está bien!- dijeron- ¿cómo cuanto llevará aquí afuera? Fue la doctora Gisela quien se aventuró a decir, quizá 3 a 4 horas, como desde las 6 de la mañana lo han de haber dejado.
Después, el sonido de lo cotidiano regresó como un rayo, ya no hubo silencios, la gente de Texmelucan se preparaba para iniciar el día, sin que percibieran en ese momento que el silencio fue encapsulado segundos atrás ante una historia de lucha increíble.
Luego, el bebé fue bañado, lo alimentaron, succionaba con vehemencia. Ya traía un color diferente al morado con el que lo habían encontrado. La mamila de leche que disfrutaba sabía cómo el brindis de la victoria, sin saberlo, el pequeño le ganó la primer batalla a la muerte. Merecía ese trago.
De los padres no se sabe nada, el DIF ya inicia diligencias para investigar más el paradero de aquéllos que lo abandonaron, pero en el registro de los paramédicos del Suma, de la doctora Gisela y de los curiosos que se acercaron, quedará la historia de un guerrero envuelto en pañal y con una pequeña cobija, que vivió horas de frío, a la suerte de Dios, vestido con la gracia de quién sabe qué fuerza que lo mantuvo vivo en los pies de una iglesia y salió victorioso.
Por eso dicen, los poblanos, son de otra estirpe, siempre dispuestos a luchar, por más fuerte que soplen los vientos, por más pequeño que seas. Este bebé dio muestra de ese ADN característico de quien vive y se sabe rodeado de ángeles.