Que el idioma divida y el ballet nos una: Ana Ramos, bailarina

Ana Paola Ramos Aguilera, bailarina profesional de Ballet, entrena en el Centro Cultural del Bosque. Foto: Delgado EduarDomínguez (@EduDomDel94).

En una sala alfombrada de duela, tapizada de espejos tamaño mural y barras a media altura, bailarinas de Ballet calientan para desarrollar, en breve, el entrenamiento que realizan, en algunos casos, casi a diario. Ana Paola Ramos Aguilera dice que "voy a llegar súper justa, pero (&) estoy ahí en unos 10" minutos.

Apresurada, ruborizada, llega al Centro Cultural del Bosque, ubicado en el poniente de la Ciudad de México, lugar en el que esperan a la bailarina para realizarle una entrevista. 

Se presenta Ana a medio trote, deslizando sus manos por el cabello negro como para asegurarse que la velocidad no le desajustó el peinado, que se mantiene inerte. Viste blusa morada, una cómoda y negra combinación deportiva minifalda-short y mayas blancas. Se calza sus zapatillas especiales e inicia el espectáculo.

"Ya estoy un poco grande para la vida del arte (dice al final de la clase): tengo 29 años y empecé a bailar bien-bien desde los siete. De chiquita mi mamá hizo que escogiera una actividad y probé con el tenis, la gimnasia y el patinaje. (Así es como) descubrí el Ballet, (disciplina) por la que tomé la decisión final".

Pese a que por un tiempo dejó de bailar con la misma frecuencia porque "terminé la carrera y trabajé cinco años en un corporativo", nunca lo abandonó de tajo: "Me gustaba lo que hacía de administración, pero en el Ballet se te acaba el tiempo por la edad". Ana es alumna y maestra de esta danza clásica.

"No digo que no puedas bailar de grande; de hecho, tengo una alumna de 75 años que lo sigue haciendo. Pero para dedicarte a esto profesionalmente (debes ser) un poco más joven y por eso decidí renunciar. Estudié Administración de Empresas y una maestría en Educación, porque también me gusta la docencia".

¿Qué sientes cuando bailas? Ana Paola observa las puntas de sus pies por un momento, cual si éstos le susurraran la respuesta, pone ojos de haber chupado un limón, alza la cabeza y dice:

"Siento mucho y nada. Si tienes algún problema, un día difícil, cosas en la cabeza, llegas aquí y se te olvidan por completo. Me gusta sentir la suavidad, de verdad disfrutar la música, pero también sacar la energía y estar súper eufórica. Siento tranquilidad y placer a la vez. No sé. Cada cosa se (experimenta) diferente.

Desea dar clases de baile en Asia

Ana Paola imparte clases por las mañanas y tiene otra sesión en el turno vespertino. Trabaja para ir a Asia, como profesora& "Pues porque no conozco y quiero (encontrar) una cultura" distinta. Residió un tiempo en Estados Unidos, así como Ámsterdam y Eindhoven (donde juega Hirving El Chucky Lozano), en Holanda.

"Aunque no conozco ningún idioma de Asia, creo que podría enseñar a través del lenguaje de la danza porque es universal. Poder (instruir) y aprender mutuamente, yo de ellos y ellos de mí; sería muy interesante. QUE LA BARRERA DEL IDIOMA NOS DIVIDA Y, EN CAMBIO, LA DE LA DANZA NOS UNA.

La idea de Ana es aprender cosas nuevas de "allá y traerlas acá. No creo encontrar una revelación o una forma muy especial de enseñar danza, sino algo diferente que me forme& Y sí, espero morir bailando" porque es lo que más disfruta en la vida. Ana asegura que su objetivo es revolucionar la enseñanza de la materia en México.

"Muchos maestros se forman en lo empírico y descuidan el trabajo del cuerpo de los alumnos y los obligan a hacer cosas extremas e innecesarias. De hecho, ya estoy escribiendo fragmentos de tips sobre cómo ser maestros conscientes. Lo más importante es autoevaluarte. Es más sobre consciencia que otra cosa.

El Ballet demanda tiempo. En la adolescencia, aprendió a equilibrar la vida educativa, social y familiar, debido al deseo de nunca olvidar el arte: "Si dejaba de ir a clases", perdía la técnica. "A esa edad, el cuerpo cambia" y, si no lo trabajas, "lo que te salía, te teja de salir. Creo que por eso generé una disciplina, una constancia".

"Estudié toda la carrera mientras seguía entrenando y nunca reprobé una materia ni me desvelé. Me volví alguien extremadamente perfeccionista y organizada, porque cuando bailas, estudias y mezclas varias actividades, aprendes a sacar de ese momento lo más que se puede y lo balanceas y lo haces al máximo.

Libera, gracias al ballet, "frustración, felicidad y tristeza".

Sentada en la explanada del Centro Cultural del Bosque (CCB), justo detrás del Auditorio Nacional, en un mediodía de miércoles nublado, recién salida de clase y todavía con la frente y el pecho perlados por el sudor, Ana "libera", gracias al Ballet, "frustración, felicidad y tristeza".

Y creo que si aprendes, incluso te puedes hacer emocionalmente más hábil e inteligente. A mí me pasa. Puedes identificar, usar y potenciar sentimientos: los utilizas como energía. Aunque los años no paran, siempre me late el corazón antes de entrar al escenario, cuando veo las luces, el público y cuando escucho la tercera (y última) llamada.

Hacer la diferencia, propósito de Ana

Una vez, Ana se presentó en el Zócalo capitalino en jornada dominical y es precioso "porque alcanzas gente que nunca había visto ballet y no sabes qué cambio o impacto generas. Tal vez alguien pasó y dijo 9¡ah qué bonito:! Alguien que tuvo un mal día se alegró. Este fin de semana bailé en CU por el Día Internacional de la Danza y mi novio me dijo que una niña que estaba al lado de él le preguntó a su mamá":

"Mamá: ¿algún día yo voy a poder bailar en teatro y ser como ellas?". 

"Mi novio me lo cuenta porque sabe que yo tengo esa necesidad de saber que hago alguna diferencia, incluso en una sola niña.

Ana cumplirá 30 años el próximo 30 de junio (el 30/30: pocas veces en la vida) y pretende viajar a Japón para, entre otras cosas, dar una clase de danza, proyecto que ya está en trámite& todavía no asegurado, pero casi en el bolsillo: "Entre más opuesto sea el lugar al que voy, mejor. Es tan enriquecedor".

Lágrimas tímidas resbalan sus mejillas 

A lo largo de la conversación y después de dos o tres risas, simulacros de confesiones y de sentenciar que la vibra dancística, en cualquiera de sus presentaciones, no se crea ni se destruye, sólo se transforma, Ana aborda el tema de su madre, Suzanne: "Me decía que pensara bien la actividad que elegiría".

"Porque era lo que me haría diferente de todo el mundo. Tenía esa frase. Bueno. No quieres ser igual que todos porque tú vas a trabajar por eso. Siempre me llevaba a clases, pese que estuviera enferma o tuviera un evento. Ni modo, me decía. En ese entonces no lo entendía y sí aluciné su actitud, pero ahora comprendo el impacto.

 ¿Se lo agradeces?

 Se lo agradezco muchísimo.

 ¿Y se lo has dicho?

 Creo que no.

 ¿Y qué le quieres decir? Piénsalo bien, porque es lo que te hará diferente de todo el mundo, Ana.

Giró su cabeza al lado contrario para tomar un respiro. Volvió y lágrimas patinaban por sus mejillas. Inútilmente se limpiaba una y manaba otra. Un poco más tranquila, pero todavía con los ojos anegados: "Mamá: Gracias a ti encontré no solo mi pasión en la vida, sino que logré alcanzar y llegar al límite de muchas cosas&".

"&que como bailarina, como maestra, como persona, nunca creí alcanzar. Es muy sensible ese tema. Si no hubiera sido por ti, probablemente no estaría hoy aquí. Tal vez no disfrutaría tanto mí día a día, porque todos los días me levanto y me gusta lo que hago.

"Jamás pienso 9¡Uuy! Es lunes; son las seis de la mañana, qué flojera, tengo que ir a dar clases a las siete:. ¡Nunca, por mi mente con las palmas de sus manos estiradas haciendo las veces de cuchillo, Ana corta el aire para dar énfasis a su frase, pasa eso! Entonces& creo que muy poca gente puede decir que le gusta su día a día".

"Toooooodo su día. Y si mi mamá me forzó a eso (ríe un poco, rememorando alguna acción de su madre), por las buenas y por las malas, se lo agradezco ampliamente. Y nunca lo había pensado así. No había llegado a la conclusión de que mi mamá había tenido ese rol tan importante de quién soy, yo, hoy.

 Y sigue sin perderse una sola función, un solo ensayo detalla Ana.

 Dime otra pasión que tengas en la vida. La que sea.

 ¿La que sea?... Algo que nunca ¡nunca! me permito dejar de hacer es que todos los días me tomo mi café sentada en mi cama o parada frente a mi ventana, escuchando a los pajaritos. Es una pasión que no sacrifico ni (sacrificará) un solo día de su vida (así llueva, truene o relampaguee).

Esos pajaritos siempre estarán ahí para Ana, sobre las ramas de la copa del árbol contiguo a su habitación, vigilando con binoculares, todas las mañanas, pacientes, a la espera de que abra de par en par el tragaluz, y así recitar ricas melodías que son la tercera y última llamada para salir de casa, al escenario; cánticos que virarán, más tarde, en pasos de Ballet que los simples mortales deleitarán: de los silbidos a la pista de duela.

Y los pajaritos la acompañarán, se encuentre Ana en Malasia o Singapur, así como su madre siempre estará para Ana y como Ana siempre estará para el Ballet y como siempre para sus alumnos y como siempre para sus compañeras de clase. Para el Ballet. Porque eso es lo que la diferencia del resto del mundo, a Ana.?

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