Oficialmente era una cárcel, pero en su interior ocultaba otra realidad: un centro de operaciones del cártel de Los Zetas que lo mismo usaban para modificar vehículos y confeccionar uniformes que para encerrar a secuestrados y disolver en diésel los cadáveres de sus víctimas.
La prisión estatal de Piedras Negras, en el estado de Coahuila y a sólo seis kilómetros de la frontera con Estados Unidos, al menos entre 2010 y 2011, sirvió como un búnker de uno de los cárteles más sanguinarios del país sin que las autoridades penitenciarias hicieran algo para impedirlo, según un reporte divulgado este martes y basado en documentos oficiales, testimonios y datos públicos.
Elaborado por el Colegio de México (Colmex), el informe El Yugo Zeta presentado por Jacobo Dayán y Sergio Aguayo, ofrece un acercamiento a un caso que hasta ahora sólo se conocía de manera parcial: el uso de la cárcel de Piedras Negras como punto clave en el esquema de negocios y terror de Los Zetas.
"El penal era un campo de exterminio subsidiado por el Estado mexicano... Los Zetas llevaban personas que eran privadas de la libertad fuera del penal para hacer quemadas y desaparecer sus restos. Todo ello frente a la torre de vigilancia número 6". Jacobo Dayán, especialista en Derechos Humanos
[Ver: Así fue acuerdo entre los Moreira y Los Zetas]
Reos estaban armados
Junto al área donde se asesinaba y deshacían los cuerpos de las víctimas, se levantaba una de las torres de vigilancia del penal, el cual era controlado por Los Zetas mediante amenazas y castigos.
- Varios presos al servicio de Los Zetas tenían armas, según el reporte. Y salvo los jefes de turno, ningún guardia portaba alguna. Había miembros del cártel que llegaban de fuera con rifles.
La venta de droga y las extorsiones a los internos financiaban la compra de voluntades. El informe calcula que el cártel reunía el equivalente a unos 75 mil dólares al año. Los sobornos eran simbólicos, desde los 50 dólares al mes para un guardia raso a los 500 del director del penal, e iban acompañados de intimidaciones.
"El control Zetas sobre el norte de Coahuila era total. El gobierno estatal era omiso y algunos de sus funcionarios eran cómplices, y en la Federación también había indiferencia y algunos de sus funcionarios e instituciones eran cómplices". Jacobo Dayán, especialista en Derechos Humanos
[Leer: ¿Cómo lograron "Los Zetas" el control de Coahuila?]
También era un lugar de fiestas
Además de un lugar de exterminio, en palabras de los autores, la prisión era también refugio de líderes para evitar su detención o lugar de fiestas, en las que a veces no faltaron vacas que mataban allí mismo para alimentar a los asistentes.
El jefe zeta de la cárcel, un expolicía municipal preso ahí y cuya identidad no se menciona en el documento, lo mismo salía del penal a tomar un café custodiado por guardias que se liaba a disparos por pura diversión o seleccionaba a esposas de los internos para mantener relaciones sexuales. Tenía 34 colaboradores cercanos y otras 58 personas realizaban las tareas de confección de uniformes, modificación de vehículos, carpintería, según el reporte.
Los "cocineros" eran los mejor pagados
La tarea más delicada,y también la mejor pagada, a 300 dólares por noche, era la de los 20 cocineros, los encargados de disolver los cadáveres.
Según los testimonios, algunas víctimas llegaban vivas y eran asesinadas allí mismo de un disparo o un martillazo en la cabeza. Algunas eran desmembradas antes de quemarlas con diésel en tanques de 200 litros.
- El informe contó con el apoyo del gobierno estatal, el órgano federal de atención a víctimas, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y de colectivos de víctimas.
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