Piden reconocer valor universal de Ocotepec para el Día de Muertos
La comunidad da un especial énfasis en conservar esta tradición.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) reconocerá el valor universal de la tradición de Día de Muertos en el pueblo de Ocotepec, Morelos, que hace gala de su marcado interés por conservar el carácter ritual de esta celebración.
Por tal motivo, el INAH entregará mañana a autoridades de Ocotepec el facsímil del título de inscripción de las Festividades indígenas dedicadas a los muertos en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
La ceremonia será presidida por el presidente municipal de Cuernavaca, Jorge Morales Barud, quien recibirá el documento facsimilar de manos de Francisco López Morales, director de Patrimonio Mundial del INAH.
También asistirán Valentín Rogel, autoridad de Ocotepec, y el director del Centro INAH Morelos, Víctor Hugo Valencia Valera, además será develada una placa alusiva al acto, informó el organismo en un comunicado.
Ubicado en la región centro sur de México, Ocotepec celebra el 31 de octubre y 1 de noviembre esta festividad con el toque de las campanas de las iglesias y misas por los difuntos.
Durante esos días la gente espera a sus seres queridos que regresan del más allá y para recibirlos montan altares donde disponen viandas del gusto de los familiares a los que recuerdan y les colocan objetos que fueron de su pertenencia.
Estos altares se caracterizan por "el cuerpo simulado", un bulto que viste la ropa y zapatos de la persona que falleció para dar la apariencia de que está el finado.
En lugar de cabeza se coloca una calaverita de azúcar con un sombrero o un rebozo; alrededor del cuerpo se disponen flores, velas y fruta, y en los pies la ofrenda de alimentos y bebidas.
A la ofrenda a una persona recién fallecida le nombran Ofrenda Nueva, y en ese caso los deudos son visitados por sus vecinos y amigos a quienes como muestra de agradecimiento se les da de comer y beber, mientras los visitantes llevan un cirio para alumbrar el camino del muerto hacia su casa, costumbre que se conoce como "la cereada".
Días antes de esta celebración, los pobladores de Ocotepec acuden al cementerio a pintar y arreglar sus tumbas, las cuales para las respectivas fechas lucen decoradas con flores, velas y, papel picado.
Además, las familias esparcen pétalos de flores y colocan velas y ofrendas a lo largo del camino, que va desde la casa hasta el cementerio, para facilitar el regreso de las almas a la tierra.
De acuerdo con el INAH, las fiestas indígenas dedicadas a los muertos están profundamente arraigadas en la vida cultural de los pueblos mexicanos, en un ritual que se ha ido construyendo a través de los siglos con aportaciones indígenas, del catolicismo, del medio rural y de grupos urbanos.
Estas celebraciones, detalló, brindan un espacio para la reproducción de diferentes expresiones: arquitectura simbólica, obras plásticas, técnicas y objetos artesanales, ceremoniales, música fúnebre, poesía, danza, narrativa popular, entre otros.