Caos de identidad
El tema de la violencia en los estadios mexicanos no es excluyente de lo que está pasando a nivel mundial.
Violencia en el futbol y Google te da un millón 300 mil resultados en su búsqueda; pasan dos minutos más y la cifra aumentó a millón y medio; tal vez mientras tu lees este articulo la cifra este por llegar a los dos millones. Es una forma de ver que el tema no es broma, es una triste realidad y peor aún no sólo en el futbol mexicano, sino en todo el orbe.
El Clásico Tapatío se sumó a la estadística, en argentina Quilmes dio nota, en Italia también se dieron actos violentos, ni que decir en África; pero no importa la lengua, el color, las latitudes, lo que realmente importa es dejar de hablar, debemos actuar.
La zona del silencio que podría vivir el próximo partido del Atlas, cuando el Puebla lo visite en la jornada 13, es una forma de castigar. El futbol no escapa al contexto social que lo rodea.
Entre los elementos claves que provocan la violencia en el futbol destacan los siguientes:
- Una carente identidad social y un vacío racional, los aficionados hacen uso de actitudes incontroladas y de pasiones ciegas que arremeten contra el otro equipo, sin respetar la convivencia en medio de las diferencias sociales, económicas, políticas.
- Las ‘barras’ poseen un lenguaje degradado y degradante. Lo cual ya es una forma de violencia psicológica, denigrante y lacerante.
- Las barras se han constituido en un elemento de identidad, de poder que cohesionan y socializan, donde el arma no se oculta, sino se luce para ser temido y admirado.
- Un componente que enciende la pólvora es la policía que lejos de causar respeto en los aficionados, son despreciados porque no van a calmar los ánimos sino a provocarlos.
- El estadio tiene un embrujo donde las personas más decentes sufren una metamorfosis letal y violenta, superando la línea de la catarsis, razón por la cual vamos a los eventos públicos, cayendo en el plano de la vulgaridad.
Por ejemplo hace muchos años que el futbol argentino padece un fenómeno de violencia. Hasta hoy son varias las decenas de muertos. No era, ni es, el único caso en el mundo, por supuesto y claro está. En el futbol inglés también se atravesó́ una situación parecida que fue erradicada.
Lamentablemente pasa por etapas de conflicto menor y luego todo vuelve a rebrotar. Actualmente todos los fines de semana hay batallas campales en algún estadio o fuera de él, a lo largo y ancho del globo.
La violencia aparece en la Primera División y hasta en las categorías menos importantes. Recuerdo que cuando se analizaba la violencia en el futbol inglés se mencionaron causas sociales como un aspecto central del problema. En los setenta, cuando comenzaron los “hooligans” a hacer de las suyas en ese país, Inglaterra vivía una época donde una fuerte crisis de desempleo, golpeaba a algunos sectores, y estos jóvenes desocupados eran la carne de cañón de este fenómeno tan lamentable.
Se hicieron análisis serios, sociológicos del problema, se formaron comisiones y hasta el Parlamento de ese país tomó cartas en el asunto. El problema se solucionó́.
México como muchos otros países no son la excepción. Las causas también son sociales.
Las barras exceden al futbol mismo. Es tanta la locura en ese sentido, que hasta hay clubes que tienen sectores internos que se pelean todos los partidos entre sí.
Es un problema de raíz. Y si no es solucionado de raíz, nunca será́ resuelto. Pues aunque muchos de ellos sean castigados, como los jóvenes que ya pueden ir pensando en pasar los próximos años en la cárcel, si la cultura social no cambia y mejora, el cultivo volverá́ a formar nuevos elementos violentos por naturaleza y necesidad.
Estas líneas no buscan dar una solución inmediata, ese es un error de origen, un problema como este no tiene solución a corto plazo, ya que el problema no necesita un curita, se trata de una herida que necesita sutura; un problema social, un caos de identidad.