Caminar con acento polaco
Jerzy Hausleber, el "padre de la caminata" murióvesta mañana tras haber permanecido varios días en el hospital.
La leyenda inició en el lejano 1949, era un día como cualquier otro, ante los ojos de todos, en el puerto de Veracruz; pero no para las páginas doradas del deporte mexicano.
Jerzy Hausleber visitó ese año, el “tres veces heróico puerto”, sin saber que el destino le tenía reservado un lugar especial, alejado de la fuerza naval que lo trajo a las playas mexicanas en aquel distante año.
Sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial en Polonia, su tierra natal, con ese espíritu combativo, ese anhelo de caminar, esa virtud de enseñar y esa capacidad de descubrir y generar talentos.
El llamado “Padre de la Caminata en México” al paso de los calendarios eleva hasta el Olimpo el desarrollo y consecución de nueve medallas olímpicas y un total de 118 medallas en competencias a lo largo y ancho del orbe.
Hablar de la caminata en nuestro país, es hablar con acento polaco; desde las épocas del General Jesús Clark Flores hasta el día que vivimos, el apellido Hausleber merece un espacio con letras de oro; su adaptación y asimilación a la idiosincrasia mexicana son incomparables, Jerzy, a través de los libros conocía México desde la lejana Polonia, sin duda un país exótico en aquella época para toda Europa; pero no para Hausleber quien se enamoro de los dos mil 260 metros sobre el nivel del mar, que ostenta la Ciudad de México.
¿Qué se le puede decir ahora?, al paso de tres generaciones, a la caída de 47 almanaques; ¿Qué se le puede decir ahora?; La piel se crispa con recordar la hazaña del José “El Sargento” Pedraza en los Juegos Olímpicos de 1968; esa medalla de plata que cinceló el prologo de una historia de éxito en una tierra paradisíaca.
Así como Pedraza tenia a Jerzy en su sombra, en su andar; Ernesto Canto, Raúl González, Daniel Bautista, Carlos Mercenario, Bernardo Segura, Noe Hernández y Joel Hernández, caminaron por la gloria y el éxito gracias a Hausleber. Quien a golpe de talón, se convirtió en ciudadano mexicano en 1993.
Su legado es incomparable, sus enseñanzas inigualables, su cariño por Veracruz insuperable, su andar y sus andarines inquebrantables.
La respuesta al que se le puede decir ahora, es sencilla y apasionante: Gracias profesor, gracias por enseñarnos a tener tiempo para el tiempo libre y a saber andar, no solo en busca del oro, sino a caminar en un viaje llamado éxito con acento polaco.