Washington gastó 83 mil millones de dólares en su esfuerzo por crear un ejército moderno en apoyo a Afganistán, algo que mostró los errores cometidos durante 20 años por Estados Unidos que permitió a los combatientes talibanes tomar el control de Kabul.
En términos prácticos, eso significó una enorme dependencia del apoyo aéreo y una red de comunicaciones de alta tecnología en un país donde solo el 30% de la población puede contar con un suministro eléctrico confiable.
Aviones, helicópteros, drones, vehículos blindados, gafas de visión nocturna: Estados Unidos no escatimó en gastos para equipar al ejército del país asiático. Recientemente incluso proporcionó a los afganos los últimos helicópteros de ataque Black Hawk.
Pero los afganos, muchos de ellos jóvenes analfabetos en un país que carece de la infraestructura para equipamiento militar de última generación, no pudieron implementar una resistencia seria contra un enemigo menos equipado y aparentemente superado en número.
Sus capacidades se sobrestimaron grandemente, según John Sopko, el inspector general especial de Estados Unidos para la reconstrucción de Afganistán (SIGAR).
El ejército estadounidense “sabía lo malo que era el ejército afgano”, señaló John Sopko.
Pentágono pagó por años los sueldos del ejército de Afganistán
Aun así, el Pentágono pagó durante años los sueldos del ejército afgano. Pero desde que el ejército estadounidense anunció su retirada hacia abril, la responsabilidad de esos pagos recayó en el gobierno de Kabul.
Ante ello, numerosos soldados afganos se quejaron de que no les pagaron durante meses los salarios y, en muchos casos, sus unidades ya no recibían alimentos o suministros; ni siquiera municiones. La rápida retirada estadounidense asestó el golpe final.