En un año, los mercados bursátiles mundiales pasaron de la crisis financiera histórica de marzo de 2020 a estar en plena forma, con récords en las bolsas de Wall Street o Fráncfort, una velocidad de recuperación que preocupa a algunos observadores.
El pasado 12 de marzo de 2020, el día después de que la Organización Mundial de la Salud declarara oficialmente la situación de pandemia, fue un jueves negro en la bolsa: París (-12%), Madrid (-14%) y Milán (-17%) experimentaron una caída sin precedentes.
Londres (-11%) y Nueva York (-10%) vivieron algo nunca visto desde el crack bursátil de octubre de 1987.
“Fue una auténtica locura, el mercado caía a tal ritmo que pensábamos que no se tocaría fondo”, recuerda Ipek Ozkardeskaya, analista de Swissquote Bank en Londres.
El índice estadounidense Nasdaq, que incluye valores tecnológicos, repuntó en junio. Entre su punto más bajo, el 23 de marzo de 2020, y su último récord, el 12 de febrero de 2021, se ha disparado un 105%.
La economía mundial se congeló, con la paralización de las fábricas, el cierre de fronteras, la suspensión de vuelos y el cierre de tiendas y restaurantes.
Fue “la primera vez que tuvimos una recesión tan marcada, tan global, pero percibida como tan corta” en el tiempo, recuerda Vincent Mortier, subdirector de gestión de Amundi.
La bolsa vivió “un cisne negro definitivo” en 2020, es decir un evento totalmente impredecible, según JJ Kinahan, jefe de estrategia de mercados de TD Ameritrade en Nueva York. “La forma en que hemos salido de esto es absolutamente increíble”.
Hay temor por otra crisis financiera
Tan increíble que el siempre cauto Banco de Pagos Internacionales (BPI), el banco central de los bancos centrales, detecta signos de exuberancia similares a los de la burbuja de internet de los años 1990.
“Sería muy peligroso pensar que el fin de la crisis sanitaria equivale al fin de la crisis, de hecho es lo contrario”, advierte Mortier.
Durante las últimas semanas, los inversores observan con preocupación la subida de los tipos de interés y temen la expectativa de un repunte de precios, que llevaría a los bancos centrales a cerrar el grifo de la liquidez.