Ruth Bader Ginsburg era de baja estatura pero su influencia fue enorme, tanto como líder defensora de los derechos de las mujeres al principio de su carrera como por ser una fuerza progresista en la Suprema Corte de Estados Unidos.
La segunda mujer que logró ser magistrada en el máximo tribunal estadounidense murió el viernes a la edad de 87 años, después de una larga batalla contra el cáncer de páncreas.
Nació el 15 de marzo de 1933 en el seno de una familia de inmigrantes judíos rusos en el punto más álgido de la Gran Depresión, perdió a su madre por cáncer cuando era adolescente.
Fue a la Universidad de Cornell, donde fue alumna de Vladimir Nabokov y conoció a su marido Martin.
La pareja se matriculó en la Facultad de Derecho de Harvard: ella hizo malabares para permanecer en la escuela mientras criaba a su primera hija, Jane, y su marido -muerto en 2010- luchaba contra el cáncer.
Finalmente terminó sus estudios en la Universidad de Columbia y tuvo un segundo hijo, James.
En la década de 1970, la Unión Americana para las Libertades Civiles (ACLU) reclutó a Ginsburg para litigar casos de discriminación sexual.
Después de un período como jueza de la corte federal de apelaciones, Ginsburg fue nominada a la Corte Suprema por el entonces presidente Bill Clinton en 1993 y fue fácilmente confirmada por el Senado, convirtiéndose en la segunda mujer y la primera mujer judía en ser magistrada del máximo tribunal.
Con sus distintivos collares y corbatines estilizados, oriunda de Brooklyn, Ruth Bader Ginsburg era amante de la ópera, era la decana de la corte y lideresa de facto de la coalición de izquierdas en un tribunal de mayoría conservadora.
Nunca dudó en decir lo que pensaba, y su contundente frase “yo disiento” se convirtió en parte de su improbable legado como ícono de la cultura pop.
Su cara enmarcada por lentes de armazón oscuro adorna camisetas, tazas y trajes de bebé, y su vida fue retratada en dos películas en 2018: el documental “RBG” y el filme “On the Basis of Sex”.
“Se abrieron oportunidades para la gente de cualquier raza, religión y, finalmente, género”, aseguró.
Última voluntad
En frágil estado desde hace años, esta defensora de la causa de las mujeres, de las minorías y del medio ambiente había sido hospitalizada en dos ocasiones.
El reemplazo de Ginsburg podría ser designado por el presidente Donald Trump.
Según la radio NPR, Ginsburg había confiado su última voluntad a su nieta, Clara Spera. “Mi más querido deseo es no ser reemplazada hasta que un nuevo presidente preste juramento”, le habría dicho unos días antes de su muerte.
Batalló con el cáncer varias veces a lo largo de los años, pero cuando se le preguntó alguna vez sobre su jubilación dijo que solo dejaría la corte cuando ya no estuviera en capacidad de trabajar.