La mayoría de la gente no cree en los milagros, pero sí existen. Es el testimonio de la corredora con causa, Luisa Julieta Escobar Parra, quien, desesperada por hallar una cura para la enfermedad de su hija, afirma que el Papa Francisco hizo un milagro con su bendición.
Junto a su esposo, visitaron a muchos doctores porque su niña comenzó con convulsiones y una regresión en su aprendizaje. No lograba sentarse y gatear, tenía fuertes dolores en el estómago y rápidamente perdía capacidades psicomotrices.
“Nos dolió mucho, no sabíamos cómo salir adelante, le dediqué a ella día y noche y de repente me dijeron que iba a perder más capacidades. Dejó de llorar, le dolía la cabeza, dejó de sonreír”.
Luisa Julieta Escobar Parra
Y entonces, vino la terrible noticia. A los 8 meses, fue diagnosticada con una enfermedad rara y desconocida: Síndrome de West. Según la estadística, 2 a 3 bebés, por cada 100 mil, lo padecen. En cada recaída, produce crisis epilépticas y espasmos infantiles.
Su pequeña era parte de esta terrible enfermedad, el “Pequeño Gran Mal”, como también se le conoce al Síndrome de West. Los niños se van marchitando en vida hasta que están en cama, sin poder valerse por sí mismos. El peor pronóstico para ella es que se le olvidara comer.
Julieta cuenta que la llevaron a fisioterapia y sus doctores le administraron medicamentos muy agresivos. Recurrió a la fe y al rezo diario. Su rutina, dedicarse a su pequeña. El 1 % de estos niños llegan a recuperarse, la mayoría con secuelas o discapacidades. Fue vivir el día a día.
En Puebla, empezó a hacer una campaña con 100 fotografías para pedir apoyos. Julieta refiere que en la enfermedad todo es oscuro. Para ella, fue sorprendente cuando el 12 de diciembre de 2015, el Papa anunció una visita a México. Su fervor creció por la salud de su hija.
¿Cómo fue la bendición del Papa Francisco?
Julieta vino a la Ciudad de México desde Puebla, la llevó a que le diera la bendición el Papa Francisco y, con ello, buscar un milagro. Llegó la madrugada del 13 de febrero de 2016, 11 horas esperando al Pontífice, acostada en la plancha del zócalo, cambiando pañales, en medio de otros creyentes.
Después del mediodía, el Papa sería recibido en Palacio Nacional por el presidente Enrique Peña Nieto. Cuando pasó el Papamóvil, recuerda que la gente cargó a su niña. Francisco volteó a verla y la bendijo. Ella llevaba una cartulina para pedirle un milagro y que él rezara por ella.
“Fue increíble, la gente iba con su propia pena. Cuando pasó el Papa, la gente señaló a mi niña sin conocerla. Fue una situación espiritual maravillosa. Después de esa bendición, ella empezó a mejorar“.
Luisa Julieta Escobar Parra
Cuenta que la metió a natación y luego vivió “un proceso increíble”. Trabajó con ella al máximo para buscar una mejora en su salud. Aun con Síndrome de West, aprendió a dar sus primeros pasos. El neurólogo no podía creerlo. Julieta recuerda que, en su momento, sufrió mucho.
“Vimos su encefalograma y ya estaba libre, sin secuelas. ¡No podía creerlo! Su salud mejoró y ese esfuerzo se vio materializado. El ver a mi hija bien, me sentí en deuda con Dios, con la vida y la sociedad. Por eso seguí corriendo a favor de pacientes con diferentes discapacidades”.
Luisa Julieta Escobar Parra
Correr desde la fe
A Julieta se le ocurrió abrir una página de Facebook, donde compartió su experiencia. En aquella consulta, le confirmaron que su pequeña había superado el Síndrome de West y se llenó de mucha fe. Una semana después de la llegada del Papa, su nena ya estaba libre de la enfermedad.
A Julieta le gustaba correr. Recuerda que era algo que le encantaba y, de pronto, todos los días corría y lloraba, corría y lloraba. Lo de su hija se había sentido como un castigo y lo vivió como un luto. El correr le permitió nutrirse de energía al ver su mejoría.
Primero comenzó con 3 kilómetros, después con 13. Tuvo un coach que la entrenaba una hora y, con el paso del tiempo, logró hacer el medio maratón de la ciudad de Puebla y luego el de la Ciudad de México, en agosto de 2019. Todo eso pasó en un año.
Tenía planeado correr el maratón de Puebla y lo hizo. Fueron 42 kilómetros de esperanza, dedicados a la salud de su pequeña. En los últimos kilómetros, su esposo y su niña la motivaron a llegar la meta. Hizo cuatro horas con 20 minutos.
La China Poblana, corredora con causa
Hoy su hija lleva una vida normal. Tiene sus miedos, secuelas que el médico le dijo que iba a llevar algunos años por superar. Hace gimnasia, le gusta nadar, tomar clases de violín. Julieta dice que ha sido increíble todo su progreso. Cuida a su hermanito y es muy amorosa.
En su momento llegó a pesar que no iba a salir adelante, que iba a estar condenada en una cama. Julieta explica que existe una Fundación que busca que más papás puedan recibir los apoyos emocional y material que necesitan.
“Me inspira a que siga corriendo. Dios me dio un gran milagro y ahora puedo hacer algo bueno mediante la Fundación y en apoyo a los niños con Síndrome de West. Hacemos acopio de medicamentos, es algo muy bonito. Tengo una frase: ‘vivir día a día, pasito a pasito’”.
Luisa Julieta Escobar Parra
Así es como encontró una Fundación que ayuda a padres con hijos con la misma enfermedad. Se presentó, les dijo de su historia. Quería transmitir un mensaje de esperanza y comenzó a correr con causa, vestida de China Poblana. Cuando llega a la meta, narra su historia.
“Mi hija hoy está muy sana. Tuvo secuelas y hoy es una niña aplicada con las regletas. Va en segundo de primaria y ha ganado primer lugar en tres competencias de natación, está aprendiendo a tocar el violín, va a gimnasia. Es feliz y bendecida”.
Luisa Julieta Escobar Parra
Mensaje de esperanza: Camina junto a mí
En la Fundación “Camina junto a mí”, hay más de 100 familias que buscan la cura para sus hijos. En 2019, Julieta corrió el maratón de la Ciudad de México para una silla de ruedas con valor de 15 mil pesos. Desde entonces, es corredora con causa. Aquella vez, alcanzó para dos sillas: dos niños fueron beneficiados.
Cuenta que fue emocionante porque en el trayecto de los 42 kilómetros le gritaban mexicanita, “un apoyo increíble”. Aunque las piernas y las rodillas le dolían, le dieron pomada y recuerda que iba pensando en quienes serían beneficiados.
Hoy está impresionada por su página La China Poblana Corre con Causa en Facebook, donde tiene 5 mil 800 seguidores. Sigue apoyando a los peques con esta rara enfermedad. Su hija sana, le da el impulso para correr por más pequeños. Lleva 7 maratones y 8 sillas de ruedas. Es una suma de esfuerzos.
En 2023, fue al maratón de París, Francia, a una meta deportiva y familiar: celebrar sus 10 años de matrimonio en Semana Santa. El viaje a París también fue una promesa de correr en Europa con la camisa “Camina junto a mí” y su traje de China Poblana.
Fue justamente su primer maratón internacional, correr por dos peques y lograr dos sillas de ruedas de la Fundación que de regreso le tocó entregarlas. Corrió con fe. Hizo 4 horas 26 minutos. Lloró porque llevaba la bandera de México en todo lo alto y llorando porque sentía mucho orgullo.
El viaje hacia el Vaticano
Julieta no tenía contemplado viajar al Vaticano. Por su mente pasó que podía ir a ver al Papa Francisco. Dice que lloraba de emoción imaginando poder ir a verlo, pero sabía que había estado muy enfermo y posiblemente no iba a estar en la plaza de San Pedro.
Al acabar la carrera, junto a su familia, trataron de buscar trenes para llegar al Vaticano. Perdió un tren en la noche para viajar hacia Roma y tuvo que quedarse un rato en Bruselas, Bélgica. El itinerario en Roma era verlo el Domingo de Resurrección, pero se quedaron varados y sin hotel.
“Con mis hijos, dónde iban a dormir. Lo más fácil era decir ‘no vamos’, hubo ángeles en el camino. Agarré el Internet y pude reservar un hotel. Ya habíamos caminado mucho y dormimos en la terminal 5 horas. Al otro día, empezar la travesía de viajar al Vaticano”.
Luisa Julieta Escobar Parra
Fueron 16 horas de camino entre un tren y otro y correr. Si perdía uno no llegaba. Llevaban maletas, sus niños aguantaron. Le había explicado a su hija que había orado mucho para que estuviera sana. No compraron comida, sólo chocolates en el viaje.
Julieta llegó con su familia a Roma en la noche y llorando de alegría dijo: ¡sí lo vamos a poder ver! Caminaron a una tienda y comieron. Se quedaron en un hotel, a 5 cuadras del Vaticano. Al otro día temprano, con carriola corrieron para ser primeros en entrar a la Basílica de San Pedro.
Con el cansancio a cuestas, fueron de los primeros visitantes. Revisaron que no llevaran armas en las mochilas y de ahí, “lo más adelante que se pudiera para ver el Papamóvil”. Había personas de Inglaterra y Cuba a su lado. Les platicaron la historia de su hija.
Ver al Papa por segunda vez
Julieta relata que la misa empezó a las 10 horas para la bendición papal del urbi et orbi, que sólo se hace el Domingo de Resurrección y el 25 diciembre. Es para la gente que está ahí para perdonar a través de Dios y al mundo. El Papa habló de la guerra y la trata de mujeres.
“Es una bendición muy bonita, la dio en italiano. Aunque lo veía muy pequeñito, mi corazón ensanchado de emoción. La Guardia Real dijo que estaba muy delicado y que no íbamos a pasar. Me puse a llorar, venía de tan lejos. Pensaba, aunque no estuviera cerca la bendición nos iba a llegar”.
Luisa Julieta Escobar Parra
Hubo una sorpresa. Después de la bendición, la gente empezó a gritar tratando de ver lo qué pasaba en las pantallas. Ella llevaba fotos de sus niños de la Fundación para pedir por ellos y ve que el Pontífice se había subido al Papamóvil.
Se apretujaron y vieron de frente al Papa. Mi pequeña ondeaba la bandera de México. Julieta le gritó y le agradeció por el milagro, por rezarle a su hija. En la carriola, su otro hijo despertó. Dice que lo vio cansado, sin esa energía de hace 7 años, pero vio su rostro de paz.
“Lloré como loca y la gente se volteaba a verme muy emocionada. Pasó más lento, frente a otras personas. Mi hija me dijo: ‘mamá estas llorando muchísimo’ y le contesté: ‘no sabes cuánto lloré por ti hace años, pensé que podía perderte en cualquier momento’”.
Luisa Julieta Escobar Parra
El Papa: un milagro con su bendición
Julieta testifica que el Papa es una persona espiritual que le ayudó a creer que es posible tener una vida llena de milagros, pues a partir de su bendición, su hija fue otra persona, y del miedo de perderla de un día para otro, hoy pone su granito de arena en la vida de otras personas.
“Toda acción hace la diferencia. Todos los días decidimos ayudar o no ayudar. Descubrí una gran felicidad por mi hija, por los más pequeños y sus padres. Entregar mis pasos en un maratón a favor de alguien. Con fe y oración, suceden cosas impresionantes y maravillosas”.
Luisa Julieta Escobar Parra
Julieta entrena todos los días y dedica a Dios su próximo reto. Ayudar a su hija fue un crecimiento de fe. Cuenta que entregó amor y testimonio del milagro de Dios, a quien le agradece que la haya puesto en este camino, pues los donativos en “Camina junto a mí” son para otros pequeños.
“Se puede entregar con transparencia, Dios compensa ese sufrimiento, ver que dejas algo a los niños. Que se documente para el Vaticano. El Papa hizo un milagro con su bendición. Hay forma de comprobar la sanación de mi hija, estudios y videos de su neurólogo, lo que pasamos”.
“Estaría increíble que nuestra historia llegara a oídos del Papa, valdría la pena. Me llena de corazón ser parte de esta encomienda de Dios. La China Poblana corre con causa para quienes quieran sumarse a causas, mucha gente ha donado sillas de ruedas”.
Luisa Julieta Escobar Parra
Valorar los milagros
Julieta hizo amistades al compartir la historia de su hija con personas con problemas de salud. Dice que el representante de Dios en la Tierra oró por ella y tuvo un milagro. Confiesa que era de esas personas que no creía en milagros, pues no tenía devoción.
“Doy gloria a Dios a través del Papa, vino a dar un mensaje de misericordia, de no dejar de tener esperanza y que las cosas puedan mejorar. Anduvimos en el Vaticano cuando lo nombraron. No era creyente, me da pena decirlo. Entiendo el por qué y el para qué, lo de mi niña nos llevó a conocerlo”.
Luisa Julieta Escobar Parra
Afirma que abrió el horizonte a cualquier oportunidad que los ayudara con la enfermedad de su pequeña, que iba perdiendo capacidades psicomotrices y que era verla morir en vida en aquel momento. Dice que hay que valorar cada milagro diario de nuestra vida.
“La vida es un milagro, concebir a un bebé con una enfermedad crónica degenerativa, valorar que sonría, que voltee a los ojos y mueva un dedo o su manita es un milagro diario. No lo valoramos, la luz del sol, salimos ilesos de la pandemia de COVID, eso es un milagro”.
Luisa Julieta Escobar Parra