Alto, moreno y de ojos negros; así era Christian Alfonso Rodríguez Telumbre, uno de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, cuyos restos fueron identificados por las autoridades luego de más de cinco años de su ausencia.
¿Quién era Christian Alfonso Rodríguez Telumbre?
Christian tenía 19 años cuando desapareció la noche del 26 de septiembre de 2014, junto con 42 compañeros de la normal de Ayotzinapa, en Iguala, Guerrero. Los sueños de estudiar para tener un mejor futuro y ayudar a su familia quedaron en el limbo.
El joven estudiante, que forma parte de la trágica lista de los 43 estudiantes desaparecidos la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, es el único hijo varón de Clemente Rodríguez y Luz María Telumbre.
- Creció en el barrio de Santiago, en Tixtla, Guerrero, junto con sus tres hermanas.
Aunque en la Normal de Ayotzinapa encontró un peldaño para ese futuro, lo que más le apasionaba desde que era un niño es la danza folclórica, misma que practicaba desde que era pequeño, según el relato de Patricia Sotelo para la campaña “Marchando con letras”.
El talento para la danza que tenía el estudiante desaparecido de Ayotzinapa lo dejó en el salón de la Casa de Cultura de Tixtla, donde ensayaba y en donde desde hace casi 6 años sólo queda el eco del golpe del tacón de los botines blancos que lucia y hacia resonar Christian sobre el piso de madera.
“Soncho” o “Sonchito”, como lo recuerdan sus amigos de la preparatoria 29 de donde se graduó con un promedio de 8.74, pertenecía al grupo de danza folclórica Xochiquetzal.
El alumno serio y cumplido, como lo recuerdan sus maestros, llegaba a los ensayos comiendo un elote y con su mochila beige de asa larga cruzada al pecho. Ahí cargaba sus botines de baile.
Christian o “Hugo”, como lo conocían en la escuela normal rural de Ayotzinapa por su gusto de las playeras de la marca Hugo Boss, ingresó a la escuela “Raúl Isidro Burgos” porque muchas opciones no tenía.
La escuela de Ayotzinapa fue la opción que tenía al alcance; sin embargo, él deseaba ser veterinario o maestro de educación especial, pero eso implicaba gastos que su familia no podía costear. Era una realidad cruda.
Los botines blancos que Christian hacía bailar y sonar quedarán en el salón donde practicaba la danza regional y que su maestro guardó para cuando él regresara e hiciera sonar la tarima, esa que conquistó con el talento de un joven cuya historia quedó en pausa desde la noche de Iguala el 26 de septiembre de 2014.
Con información de Agencias