La temporada navideña ya está aquí y con ellas llegan los clásicos villancicos que con ritmos y coplas evocan todo lo bueno de esta época del año. Éste es el villancico que escribió la décima musa, Sor Juana Inés de la Cruz.
De acuerdo con los registros históricos, para el siglo XVII, Sor Juana logró captar y transmitir la alegre comicidad y los gustos sencillos del pueblo a través de una serie de villancicos que fueron entonados en sitios como la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México cerca del año 1979.
Uno de los villancicos más conocidos compuestos por Juana de Asbaje fue el titulado “Villancico I”, el cual dice:
¡A la fiesta del Cielo! Las voces claras
una Reina celebran, Pura y sin falta.
¡Vengan, vengan,
a celebrarla por su buena estrella!
No se detengan, ¡vayan!,
que en su Concepción está para gracias.
Con mucha gracia María,
siendo del género humano,
una Concepción estrena
tan nueva, que no ha pecado.
Allá en la Mente Divina
su puro esplendor intacto,
sin necesidad de absuelto,
fue éste un caso reservado.
De acuerdo con Martha Lilia Tenorio, del Colegio de México, la obra de Sor Juana comprende 12 juegos de villancicos plenamente autentificados, los cuales son:
- Asunción (1676)
- Concepción (1676)
- San Pedro Nolasco ( 1677)
- San Pedro Apóstol (1677-1683)
- Navidad (1689)
- San José (1690)
- Santa Catarina (1691)
Se sabe, que Antonio de Salazar, maestro de capilla de la catedral de Puebla de 1679 a 1688 y de la catedral de la Ciudad de México de 1688 hasta su muerte, gustaba de musicalizar los villancicos de Sor Juana.
Sin embargo, los villancicos no fueron considerados por la propia Sor Juana como parte importante de su obra, a pesar de que ocupaban casi una cuarta parte de ella. De hecho algunos de sus villancicos nunca fueron impresos o incluso permanecieron anónimos o de atribución dudosa, dice Tenorio, quien asegura que a pesar de ello, los villancicos no eran textos mal elaborados, por el contrario “buscaban siempre su lucimiento”.
El origen de los villancicos en México
Los villancicos son cánticos que rinden homenaje y pleitesía al Salvador recién nacido. Se les denomina villancicos por ser tonadas populares que pertenecen al pueblo, a los habitantes de los villorrios y aldeas.
En México, fueron enseñados a los indígenas por los frailes franciscanos como parte de la evangelización; a través de ellos aprendieron el Credo en lengua castellana. Más tarde, se dieron a la tarea de componer villancicos locales que cantaban en las misas durante la Navidad.
En 1543 el Cabildo metropolitano, sede del gobierno virreinal, organizó un coro de niños y jóvenes indígenas que habían sido instruidos musicalmente en el Cuicacalli.
Interpretaban chanzonetas de Pascua y villancicos de Navidad con letras como:
“Aquela gusto que la teniendo / porque ya vide a mi pagre amado /ya’sta vestido de nuestra carne para librarnos del hacha diablo. / Aquí tienes estos indios llenos de un santo alegría / estátelo con tu pagre / y con tu magre María…”.
Este villancico, de autoría anónima, es parte del acervo rescatado de los cánticos nacidos del ingenio de los indígenas y mestizos.
Entre los autores que se desatacaron por la creación de villancicos están Pedro de Trejo y Fernán González de Eslava.