El Papa Francisco pidió este sábado diálogo para contrarrestar la tendencia a cerrarse sobre sí mismo provocada por la pandemia de COVID-19, que marcó por segundo año consecutivo la Navidad de miles de millones de personas.
En su tradicional bendición Urbi et Orbi del día de Navidad, el sumo pontífice recordó a los fieles congregados en la plaza de San Pedro que “en este tiempo de pandemia (…) se pone a prueba nuestra capacidad de relaciones sociales, se refuerza la tendencia a cerrarse, a valerse por uno mismo, a renunciar a salir, a encontrarse, a colaborar”.
“También en el ámbito internacional existe el riesgo de no querer dialogar, el riesgo de que la complejidad de la crisis induzca a elegir atajos, en vez de los caminos más lentos del diálogo”
Añadió el Papa Francisco
Papa Francisco recuerda conflictos y consecuencias económicas
Como es tradicional, recordó las zonas del mundo azotadas por conflictos y también abordó las consecuencias económicas y sociales de la crisis sanitaria, que ensombrece la Navidad por segundo año consecutivo.
Francisco pidió que no se permita “que se propaguen en Ucrania las metástasis de un conflicto gangrenoso“, por las tensiones entre Kiev y Moscú, que hacen temer una escalada militar.
Y recordó las tragedias “olvidadas” del conflicto en Yemen y Siria, que “ha provocado muchas víctimas y un número incalculable de refugiados”.
El viernes por la noche, celebró la tradicional misa de Navidad en la basílica San Pedro de Roma ante 2 mil fieles con mascarilla, e invitó a los cristianos a “redescubrir las pequeñas cosas de la vida”.
Celebran Navidad pese a adversidades
En la ciudad de Belén, en los territorios ocupados palestinos, apenas unos pocos cientos de personas se reunieron a pesar del frío en la plaza del Pesebre, el lugar donde, según la tradición cristiana, nació Jesús de Nazaret, para seguir un desfile de scouts palestinos.
Y en Filipinas, además del COVID-19, los fieles tenían que lidiar con los efectos del destructivo tifón que azotó la semana pasada este archipiélago del sureste asiático, dejando casi 400 muertos y decenas de miles de personas sin hogar.
En una iglesia con un gran agujero en el techo y el suelo y los bancos encharcados, el padre Ricardo Virtudazo presidía una misa de Navidad para decenas de personas que solo querían un techo, comida y un tiempo benigno para Navidad.
“Lo importante es que todos nosotros estamos seguros”, dice Joy Parera, de 31 años, en una misa de Navidad con su marido en la iglesia de la parroquia de San Isidro Labrador en el municipio de Alegria, en el norte de la isla Mindanao.