La última ola de COVID-19 en Estados Unidos, impulsada por la variante Delta, ha despertado frustración entre las personas vacunadas, que culpan a quienes no se han inmunizado de prolongar la pandemia y echar por tierra la posibilidad de un verano libre de restricciones sanitarias.
Médicos traumatizados, que pensaban que los casos de hospitalización por COVID iban a ser cosa del pasado, difunden emotivos alegatos. En Alabama, un estado muy afectado, la doctora Brytney Cobia escribió un mensaje que se hizo viral en Facebook en el que decía que de todos sus pacientes, sólo uno estaba vacunado.
“Una de las últimas cosas que hacen antes de ser intubados es rogarme por la vacuna. Los tomo de la mano y les digo que lo siento, pero que ya es demasiado tarde”, dijo.
Matthew Heinz, un médico de Tucson (Arizona), dijo que, aunque los casos en su hospital estaban muy por debajo del pico del año pasado, “la gente parece pensar que ya acabó la pandemia y no es así”, y que sigue viendo un flujo constante de pacientes jóvenes.
Sin embargo, también hay algunas señales de cambio entre los conservadores. La gobernadora de Alabama, Kay Ivey, arremetió contra los que se resisten a la vacuna COVID por carecer de “sentido común” y “defraudar” a la población.
El sociólogo en Medicina, Richard Carpiano, de la Universidad de California, en Riverside, dijo que el enfado actual es una señal alentadora de que, a pesar de toda la atención acaparada por los que dudan de las vacunas, la mayoría de la gente “cree en la ciencia y sabe lo que tiene que hacer”.
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¿Cuántas personas ya recibieron la vacuna COVID?
El 60.2% de los adultos de Estados Unidos tienen la pauta completa de vacunación, muy por debajo del 85-90% que los epidemiólogos consideran ahora necesario para contener el virus, a pesar de que las vacunas están disponibles desde hace meses.
Y las estadísticas muestran marcadas diferencias políticas y regionales entre los que aceptan y rechazan la vacuna COVID: la menor tasa de inmunización se encuentra en estados con voto republicano en el sur del país, y la más alta en el noreste liberal.
Hasta hace poco, la conversación en torno a los reticentes a las vacunas se centraba en aliviar sus preocupaciones, facilitando al máximo las vacunas COVID e impulsando la demanda mediante regalos y sorteos.
Pero ahora “la comprensión se convirtió en impaciencia y los incentivos en consecuencias“, dijo el exredactor de discursos republicano David Frum, que recientemente escribió un artículo titulado “Vaccinated America has had enough” (Los estadounidenses vacunados están hartos), en la revista The Atlantic.
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Regresa el uso del cubrebocas en Estados Unidos
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) recomendaron esta semana que las personas vacunadas volvieran a portar mascarillas en gran parte del país, lo que atizó la rabia entre quienes creen que sus vidas se están viendo alteradas por las decisiones de otros.
El jueves, el presidente Joe Biden anunció que los millones de trabajadores federales del país tendrían que recibir la vacuna COVID o someterse a pruebas periódicas y llevar cubrebocas, siguiendo las medidas similares adoptadas por los estados de California y Nueva York.
Y las empresas también son parte de esta tendencia, con Facebook, Google, Netflix y Uber diciendo que exigirán a sus empleados vacunarse.
Aunque cada uno puede tener razones personales para dudar de la efectividad de las vacunas, “llega un punto en el que, cuando se ve una acción perjudicial, la cuestión de por qué está ocurriendo pierde importancia“, dijo Frum.
En un discurso televisado, Biden reconoció la frustración de la gente inmunizada: “Muchos de ustedes, la mayoría, se sienten frustrados por las consecuencias de la falta de vacunación de la minoría”.