El jefe del ejército en Birmania, Min Aung Hlaing, debía retirarse dentro de seis meses, pero después del golpe de Estado militar perpetrado en su país, el futuro de este general, que se atribuyó el mérito de la transición democrática de 2011, podría ser muy diferente.
- Min Aung Hlaing, de 64 años, asumió el mando de las fuerzas armadas en 2011
Como si quisiera preparar a la opinión pública de cara al golpe, el tercero desde la independencia en 1948 había denunciado irregularidades en las legislativas del pasado noviembre, que ganó la Liga Nacional por la Democracia, el partido de Aung Suu Kyi.
Este lunes, el Parlamento debía celebrar su primera sesión, pero el ejército detuvo a Aung San Suu Kyi, jefa de hecho del gobierno civil, proclamó el estado de emergencia por un año y colocó a sus generales en los principales puestos de mando.
Antes incluso de este golpe de Estado, Min Aung Hlaing, de 64 años, ya era seguramente el hombre más poderoso del país, al estar al frente de un ejército no controlado por el gobierno civil.
En los últimos años, la sangrienta represión ejercida por los militares contra la minoría musulmana rohinyá hicieron de él “un paria” para los países occidentales.
El general siempre ha rechazado las acusaciones de violaciones generalizadas de los derechos humanos en el oeste del país, afirmando que la operación militar de 2017, que obligó a cerca de 750 mil rohinyás a huir al vecino Bangladés, únicamente buscaba atajar la rebelión local.
Min Aung Hlaing se convirtió en comandante en jefe en 2011 y se atribuyó el mérito de la transición democrática que hizo posible que en 2015 se celebraran las primeras elecciones libres en medio siglo en el país, una excolonia británica.
Min Aung Hlaing no pretende abandonar la primera línea del poder en Birmania
Con todo, muchos especialistas en Birmania consideran que Min Aung Hlaing no pretende abandonar la primera línea del poder cuando cumpla 65 años en julio, es decir, la edad de la jubilación.
“Min Aung Hlaing nunca escondió que tenía ambiciones políticas”, observó Hervé Lemahieu, experto en Birmania en el Institut Lowy, radicado en Australia.
“Acarició la idea de presentarse a las elecciones. Probablemente vio que el partido apoyado por los militares se había desecho totalmente y que nunca estaría en posición de seguir en el poder mediante las elecciones”, agregó.
La semana pasada, Min Aung Hlaing advirtió que la Constitución podía ser “revocada” en determinadas circunstancias.
“Imagino que quiere volver a encarrilar el país con unas elecciones en las que quedarán apartados los principales actores, como la LND y Aung San Suu Kyi”, apuntó Lemahieu, comparando este caso con el de las elecciones de Tailandia de 2019, que permitieron al jefe de la junta, Prayut Chan-O-Cha, mantenerse en el cargo de primer ministro tras el golpe de Estado perpetrado cinco años antes
Min Aung Hlaing fue objeto de sanciones de Estados Unidos
En 2019, Min Aung Hlaing fue objeto de sanciones de Estados Unidos por su papel en la “limpieza étnica” llevada a cabo contra la minoría rohinyá, mientras que su país está acusado de “genocidio” ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), máxima instancia judicial de la ONU.
El jefe supremo del ejército birmano tiene prohibido entrar en Estados Unidos y el Tesoro estadounidense congeló sus eventuales haberes en ese país y prohibió a los estadounidenses que hagan negocios con él.
Lo que se sabe del golpe de Estado en Birmania
El ejército birmano dio este lunes un golpe de Estado después de años de poder compartido entre el gobierno civil de Aung San Suu Kyi y los militares, todavía muy poderosos en el país.
En las primeras horas del lunes, el ejército detuvo a la nobel de la Paz y al presidente Win Myint.
Declaró el estado de emergencia por un año y colocó a generales en puestos clave.
Los militares llevan varias semanas denunciando fraude electoral en las elecciones legislativas de noviembre, que ganó por amplia mayoría la Liga Nacional para la Democracia (LND), el partido de Aung San Suu Kyi.
¿Cómo comenzó la crisis en Birmania?
Desde hace semanas, el ejército sostiene que ha habido irregularidades en las elecciones generales de noviembre pasado, las segundas desde el fin de la dictadura militar en 2011.
Las ganó por una mayoría abrumadora la Liga Nacional para la Democracia, que ya estaba en el poder.
La LND obtuvo el 83% de los 476 escaños en el parlamento de Birmania, pero el ejército afirma haber descubierto 10 millones de casos de fraude electoral y ha pedido a la comisión electoral que publique las listas electorales para verificarlas, lo que esta no ha hecho.
El martes, en rueda de prensa, el portavoz del ejército no descartó que los militares tomaran el control de Birmania.
Los temores aumentaron aún más el miércoles después de que el jefe del ejército, el general Min Aung Hlaing, sin duda el hombre más poderoso de Birmania, dijera que la Constitución podría ser “revocada” bajo ciertas circunstancias.
¿Qué sigue en Birmania?
El ejército declaró el estado de emergencia por un año y prometió la celebración de elecciones “pluralistas, libres e igualitarias” cuando termine este periodo. Asimismo, los generales ocuparon los puestos principales.
Myint Swe, quien dirigía el poderoso comando militar de Rangún y actual vicepresidente de Birmania, se convierte en presidente interino por un año, un cargo principalmente honorífico.
El control “legislativo, administrativo y judicial” recae en Min Aung Hlaing, que ahora concentra casi todos los poderes.
Este golpe, condenado por la comunidad internacional, no es el primero: desde su independencia en 1948, Birmania ha estado gobernada por regímenes militares durante casi 50 años. Ya hubo dos golpes de Estado, en 1962 y 1988.
¿Cómo reaccionará la población? Aung San Suu Kyi, muy criticada a nivel internacional por su gestión de la crisis de los musulmanes rohinyás (cientos de miles de ellos huyeron de la violencia del ejército en 2017 y se refugiaron en el vecino Bangladés) todavía es venerada por una mayoría de birmanos.
Presintiendo el golpe militar en Birmania, Aung San Suu Kyi dejó un mensaje para la población, instándola a que “no acepte” la toma del poder por parte de los militares.