Diez años después de la catástrofe de Fukushima, la industria nuclear de Japón sigue paralizada, ya que la mayoría de los reactores del país están apagados o en vías de desmantelamiento.
El Gobierno todavía espera revitalizar el sector, en parte para reducir la dependencia del país de las importaciones de energía y también para cumplir el objetivo de neutralidad de carbono para 2050.
¿Cuál es la situación en Fukushima?
Unas 5 mil personas siguen trabajando diariamente en la planta nuclear de Fukushima, donde cuatro reactores resultaron gravemente dañados el 11 de marzo de 2011 por el tsunami generado por un fuerte terremoto.
Los amasijos de hierros y el reactor 1, cuyo techo quedó destruido durante el desastre, recuerdan la violencia de la catástrofe. Los contadores móviles de radiactividad Geiger siguen activándose incesantemente en la planta.
Los alrededores de los reactores se han limpiado, se han construido nuevos diques de cemento y se han retirado las varillas de combustible intactas con grúas gigantes.
Lo más difícil sigue pendiente: extraer cerca de 900 toneladas de combustible fundido mezclado con otros escombros altamente radiactivos. La pandemia ha atrasado la construcción de un brazo robótico especial en Reino Unido, aplazando el proceso de extracción un año, hasta 2022.
Pero 12 meses no es nada en un proceso de desmantelamiento que llevará, al menos, entre 30 y 40 años.
¿Qué papel juega ahora la energía nuclear?
Sólo nueve reactores están funcionando en la actualidad, frente a los 54 que había en marzo de 2011. 24 se van a desmantelar. Todos los reactores de Japón fueron paralizados tras el accidente para reforzar drásticamente la normativa nacional sobre seguridad nuclear.
La energía nuclear generó el 6,2% de la electricidad en Japón en 2019, frente al 30% antes del accidente, según datos oficiales.
El actual objetivo del Gobierno es que, para 2030, el 20-22% de la energía sea de fuente nuclear, aunque muchos expertos lo ven imposible.